lunes, 17 de enero de 2011

Presentación geocentrismo

He dicho en mi clase que si Galileo tuviera que afrontar el juicio de la Iglesia en los tiempos de Einstein, perdería su causa por argumentos mucho más fuertes. Puede utilizar mi nombre si lo desea” (De la carta de Carl E. Wulfman (University of the Pacific) a Mr. Roush, Nov. 2, 1975, citado en “Galileo to Darwin” by P. Wilders, Christian Order, April 1993, p. 225.
       “Algunas veces la primera obligación de un hombre inteligente es reexaminar lo obvio.” George Orwell
       Hasta hace relativamente poco pensaba sobre este tema de forma tajante, o sea, la postura geocentrista pertenece al pasado, obedece a la interpretación de la mecánica celeste basada a la interpretación más simple de lo visible en el cielo. Y también que obedece a la interpretación equivocada de las Escrituras, tomadas en su sentido literal sin necesidad alguna. Sin embargo, la correspondencia con el profesor Juan Carlos Gorostizaga de la UPV, me hizo adentrarme en una realidad sorprendente. Lo que consideraba tan seguro como el conocimiento evidente de que un pez nada en el agua, se deshizo en poco tiempo. Naturalmente, me tomé la molestia de contrastar los datos con un amigo, profesor de astronomía, sobre el particular. Efectivamente, no encontraba fallos en las pruebas científicas expuestas. Me di cuenta asimismo, que hubo tantas afirmaciones contrarias o al menos reservadas respecto al heliocentrismo, y que se nos escondían en los libros de texto, incluso universitarios, por lo que era lógico pensar así. Recordaré por ejemplo, mejor dicho citaré lo muy pocas veces oído, las palabras de Einstein; “ningún experimento físico jamás ha demostrado que la tierra está en movimiento” Lincoln Barnett The Universe and Dr. Einstein, 2nd rev. edition, 1957, p. 73.
Otras referencias se mencionarán en los tres post siguientes dedicados a este tema. Pero el caso Galileo ha ido más allá de la reflexión científica, ha sido incansablemente utilizado desde la perspectiva ideológica, como una de las armas preferidas en contra de la Iglesia, hasta en nuestros días como lo indica el cartel en un lugar de Inglaterra que he puesto arriba. Fue la causa del regocijo y congoja de Nietzsche en Así habló Zaratustra: “¿A dónde se fue Dios?, gritaba. Os lo diré. Nosotros lo hemos matado – tú y yo. Nosotros somos sus asesinos. ¿Pero cómo lo hicimos? ¿Cómo hemos sido capaces de beber el mar? ¿Quién nos ha dado la esponja para absorber el horizonte entero? ¿Qué hicimos cuando desencadenamos la Tierra de su sol? Dios ha muerto. Dios permanece muerto. Y nosotros lo hemos matado.” Lo que se dijo a Natalia en Los vientos de Guerra no es menos suave: “Cristianismo ha muerto y tirado en la cuneta desde que Galileo le cortó el cuello.”
       Por último, el caso Galileo es el que realmente marca el inicio de una nueva época, modernista, caracterizada por la rebelión de la razón frente a  la fe. La época en la que la Iglesia está desposeída de su
autoridad, ya que si el Santo Oficio se equivocó con Galileo, ¿por qué no iba a equivocarse en otros asuntos? Es la lógica que emplearon muchos detractores.
       Sin embargo, resulta que cuatro siglos después de Galileo, se levantan voces que sin rubor piden una revisión bien distinta de la que se pidió a Juan Pablo II. Y no es precisamente a base de una fe ciega, sino en base de los datos y conclusiones científicas que intencionadamente se ocultaban durante décadas. A modo de ejemplo, recuerdo el experimento, llamado “fallido” o “nulo” de Sagnac, que fue eliminado sistemáticamente de los manuales y enciclopedias. Algo parecido ocurrió con muchos otros. Pero el hecho no pasó desapercibido
para varios científicos honestos y valientes. Efectivamente, hay que ser valiente y no “científicamente correcto” para atreverse a algo así. Pero una vez más, la verdad vuelve a rebelarse. Siempre habrá personas cuya honradez intelectual les merecerá el elogio expresado en Discover Magazine, Dic. 2006: “Es digno de toda consideración un autor que se expone a si mismo en el punto de mira por abrazar una idea incómoda, a pesar de que sabe que va a ser expuesto al escarnio o la indiferencia.”

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