jueves, 18 de septiembre de 2014

La objeción más frecuente contra el geocentrismo: “Si la Tierra estuviera en el centro del universo, entonces los astros más alejados al estar rotando se desplazarían con velocidades enormes, superiores a la velocidad de la luz. Eso es imposible”.

Esta suele ser una de las primeras objeción que suele hacerse al modelo “Neo-Tychoniano”. Ello no es ninguna contradicción, ni siquiera para la Relatividad Especial y el modelo “Big Bang”, que con una hipotética expansión del universo hace que los objetos con Z > 2 ó 3 se alejen de la Tierra a mayor velocidad que la luz. Y todos lo ven como normal. La razón que dan los relativistas es que al girar (expandirse, etc.) todo el sistema como un todo, las velocidades lineales tienen carácter geométrico, no físico, por ello no están sometidos a la restricción de la velocidad c.  Hay que recordar que el principio relativista dice: “No es posible transmitir información física a velocidad superior a c”.
       En el caso del firmamento cada punto tiene una velocidad v = ω.r, y obviamente para r muy grande v es superior a c (pero se trata de velocidades geométricas). Otra cosa sería si un astro o sonda espacial se desplazara respecto al éter a mayor velocidad de c. Por cierto, la rotación del universo es también mantenida por científicos defensores del Big Bang, pues evidencias de la rotación del universo como un todo ya se vienen detectando desde 1982, (Paul Birch, "Is the Universe rotating?" Nature, vol 298, 29 July 1982, pag.451-454). Aunque ellos detectan una rotación muy pequeña (pero siempre se podría ir a distancias mayores para encontrar puntos con v mayor a c).
            Eso de que ninguna velocidad puede superar a ‘c’ pertenece a la “física popular” pero no a la física real. En un universo rotante la velocidad tangencial, v = ω.r, no cuenta nada pues tiene solamente características geométricas, es como aquel ejemplo de las tijeras de longitud 106 km, al cerrarse la velocidad del punto P de intersección entre las dos hojas superaría fácilmente a c. Si parece desconcertante que haya en el universo movimientos con v superior a c, esto no es exclusivo del universo rotante, pues en el universo expansivo del Big Bang aparece otro tanto. Por ejemplo cuásares observados con z =4.6, lo que es equivalente a velocidades muy superiores a c, y sin embargo ningún físico se escandaliza por ello. Sería cínico admitir velocidades extralumínicas en un universo expansivo, y repudiarlas cuando aparecen en un universo rotante con simetría cilíndrica. En el universo rotante con simetría cilíndrica hay una superposición de la velocidad tangencial de rotación ω.r con la velocidad v de traslación del objeto respecto del éter.
            Por otra parte, ningún cosmólogo moderno se opone a las velocidades superiores a ‘c’ en un universo rotante, o sea, que a partir de una distancia r = Rs, los astros participantes en esa rotación tuvieran una velocidad tangencial superior a c y que esto fuera físicamente prohibido. Esa distancia Rs se llama en física “Radio de Schwarzshild”, y equivale más o menos a la distancia del planeta Saturno. Pues bien, la Relatividad permite perfectamente velocidades superiores a c en para estos modelos, en realidad Vt puede tender a infinito, en la física (relativista o no) no hay límite de velocidad a la v tangencial de una masa. Es otra la objeción que hacían los físicos al geocentrismo de un universo rotante: Al elevar una masa hacia arriba de la tierra el universo debería ralentizar su velocidad angular, y al revés, al descender la masa el universo debería acelerar su rotación, todo ello para que se conservase el momento angular del universo. Y de una manera dramática esto sucedía para las masas situadas a distancias superiores a Rs en tal universo rotante. Sin embargo, en 2005 el físico Hermann Bondi demostró en su artículo “Angular Momentum of Cylindrical Systems in General Relativity”, que debido a la simetría cilíndrica del universo rotante esa suposición no se cumple, y también demuestra que las masas que se encuentran a distancia superior al radio de Schwarzshild son consideradas irrelevantes a la hora de computar el momento angular total, etc. Por lo que las objeción típica al geocentrismo quedo desmontada.
            Tengamos en cuenta también que el hecho que las estrellas y galaxias se muevan a más velocidad que ‘c’ habría que discutirlo en caso de no existir el éter. Pero los experimentos de Michelson-Gale, Sagnac, Miller, Ives… han probado su existencia más allá de toda duda. Entonces esa cuestión no tiene sentido, pues esos cuerpos rotan acoplados al éter, además de tener movimientos propios respecto del éter. Por lo tanto,  la restricción de que la velocidad no supere a ‘c’ no es aplicable a un sistema en rotación.
            Uno puede objetar a este modelo: ¿qué cantidades energéticas requiere el mismo? Porque todos esos cuerpos celestes girando a gran velocidad alrededor de la Tierra, ¿qué energía cinética pueden necesitar?
            Primero tenemos que aclarar un asunto. No hay que confundir la trayectoria de un círculo, por parte de un astro, cada 23 h 56 m; que es debido a la rotación de todo el firmamento (éter + cuerpos contenidos) con la órbita en torno al baricentro del universo. Por ejemplo, el sol gira en su órbita en el plano de la eclíptica, más o menos, 1 grado cada día. Por esa razón tarda en completar una vuelta 4 minutos más que las estrellas lejanas. Esa es la órbita del sol: un grado al día (es decir, el Sol tiene dos movimientos, uno con todo el firmamento, una vez a día, y otro en el sentido contrario aproximadamente un grado al día, de donde procede la diferencia entre el día sideral y el día solar, como será explicado posteriormente).
             Respecto al de la energía necesaria para el movimiento de los astros: I) Para el movimiento orbital es la misma en el geocentrismo que en el heliocentrismo. II) Para el rotacional del firmamento como un todo corresponde a las condiciones iniciales del origen del universo (que fue una creación “ex nihilo” como creemos nosotros).
            Paremos un momento aquí. Los partidarios de la teoría de Big Bang creen que todo el universo ha salido por una especie de explosión primigenia de un “huevo cósmico”. Perdonad, pero para nosotros eso es ridículo. ¿Con qué energía se expandió el universo entonces? ¿De dónde sale esa energía? Por lo tanto, los partidarios de esa teoría asumen la existencia de una energía enorme, sencillamente inimaginable, que es la que permite que todo el universo se mantenga en movimiento y que surja la vida. Respecto a la energía de las galaxias para un firmamento en rotación, no creo que sea más asombroso que para uno en expansión (como el del Big Bang). Póngase a calcular la energía cinética para una galaxia con Z>2 a lo que debe añadir la expansión del universo, y verá la energía cinética resultante. Tanto en uno como en otro caso las energías cinéticas deben ser grandes porque grande es también la energía potencial debida a su posición alejada del baricentro del cosmos. ¿Pero de dónde sale esa energía? Llegamos por lo tanto a la misma pregunta, al mismo problema. Sin embargo, para nosotros no existe problema alguno. Es Dios, el único que tiene el Ser y el único quien puede hacer que algo empiece a existir. Para Dios no hay diferencia entre crear un único átomo de hidrógeno y el universo entero. Nos referimos a la creación de la nada, ex nihilo. Un millón de ceros no hace nada, sigue siendo un único cero incapaz de por sí para nada. En cambio un uno, seguido por un cero, o por un  millón de ceros, comparte algo esencial en los dos casos: es algo. Pasar de un algo a otro algo es cuestión de cantidad de lo mismo, del mismo ser; en cambio para pasar de 0 a 1, es cuestión de pasar, en términos metafísicos, de no ser a ser. Eso únicamente puede hacerlo Dios. En términos metafísicos, por lo tanto, es lo mismo para Dios crear ex nihilo al “huevo cósmico” que el universo entero, ya hecho y dotado de energía necesaria para existir, sostenida por su mano providente. Porque Dios no ha creado tan solamente el universo, dotados de unas leyes. Lo sostiene con su Providencia. Continuamente está “allí”, causa de su existencia en todo momento, esencialmente diferente y nunca confundido con su creación, no dando lugar a toda concepción panteísta. No es un Dios masónico impersonal que tal vez crea el mundo dotado de unas leyes y que luego se retira, dejándolo funcionar por sí solo.
            Por lo tanto, no solamente en el universo geocéntrico, que defendemos nosotros, sino en cualquier modelo de universo las “necesidades energéticas” para su funcionamiento son “cubiertas” por las condiciones de la creación ex nihilo.
            Por otra parte, ya hemos dicho que las ecuaciones del movimiento en ambos sistemas (helio y Tycho) son equivalentes. Bien lo supo Fred Hoyle que en su obra “Copérnico, su vida y su obra” recuerda, o explica más bien a los que o no lo saben o no quieren saberlo, que el heliocentrismo es geométrica y cinemáticamente equivalente al geocentrismo de Tycho Brahe si proveemos a éste de las necesarias modificaciones de Kepler (orbitas elípticas, ley de las áreas,…). La prueba está en que Kepler tomó para el heliocentrismo las mismas efemérides que había establecido su mentor Tycho Brahe para el geocentrismo.
            Aquí es necesario distinguir entre las leyes del mundo observado, y las causas del mismo. Muchos piensan erróneamente que la ley de gravitación universal de Newton es la causa de las leyes de Kepler. No, no es cierto que las leyes de Kepler se derivan lógicamente de la ley de gravitación de Newton –por tanto llegaríamos derechamente a la pregunta: ¿la ley de Newton es cierta per se? En este razonamiento hay un error lógico: A - -> B. Se comprueba que B es verdadero… ¿Por tanto A es verdadero? No. Puesto que podemos tener, de hecho tenemos: C - -> B, E - ->B, etc. En el caso de la ley de Newton, también las hipótesis de Le Sage implican la ley de los cuadrados inversos de Newton. Por lo tanto, se puede decir que una implica la otra, pero una no es causa de la otra. ¿Qué es causa de la gravedad? Newton decía honestamente que no lo sabe. “Hypotheses non fingo”, decía al respecto. De hecho, a día de hoy todavía no hay consenso de los científicos (sobre todo relativistas) sobre dicho origen, si producto de la deformación del espacio-tiempo, o es a causa del intercambio de gravitones. Pero en este caso lo que de hecho se está haciendo es explicar un misterio por medio del otro. Recordamos que Newton no sabía cuál era la causa de la gravedad, su formulación matemática –obtenida empíricamente- describe sus efectos, pero no dice absolutamente nada sobre su causa. En sus trabajos incorporó el éter (él lo llamaba ‘spirit’) como un algo que causaba la fuerza de gravedad, sin dar detalles del cómo. Los primeros físicos en intentar dar una causa de la gravitación fueron el suizo Nicolas F. de Duillier y el francés Georges-Luis Le Sage. El primero introdujo el concepto de pequeñas partículas viajando a través del éter e interactuando con los cuerpos de material poroso (modernamente se ha sugerido que podrían considerarse los neutrinos como estas micro-partículas). Esta idea fue presentada ante Isaac Newton en la Royal Society, y causó una buena impresión. Le Sage fue el que más ahondó en la teoría de Nicolas F. de Duillier, llamaba a esas micro-partículas, corpúsculos ultramundanos, y dedujo matemáticamente la ley de los cuadrados inversos utilizando estos corpúsculos moviéndose al azar en todas las direcciones del espacio. Le Sage conjeturó que los átomos son como “jaulas” formados principalmente por vacío. Así los cuerpos sólidos serían receptáculos conteniendo vacío en su interior, por tanto bloquearían una fracción ínfima de estos corpúsculos. Obviamente, contra mayor masa mayor sería también el bloqueo de corpúsculos. Esta teoría de La Sage fue muy elogiada por Laplace, otros como Maxwell y Poincaré la rechazaban al principio, pero acabaron por aceptarla. Poco antes de la llegada de Einstein, Lorentz estaba entusiasmado con esta teoría. Hay que observar que según esta teoría la gravedad no es de tipo atractivo-misterioso sino de empuje debido a la presión.
            Esta teoría explica bien por qué la forma geométrica de los cuerpos en la realidad sí influye en la velocidad de caída de los cuerpos en el vacío. También explica mejor el por qué la fórmula para la gravitación universal da problemas en el interior de la Tierra. No obstante, su mayor aporte es permitir eliminar la concepción de la gravedad como fuerza que actúa a distancia; en esta teoría es el empuje de las partículas del éter el que transmite la fuerza de la gravedad. Pero con la llegada de la Relatividad quedó definitivamente en el olvido. Einstein no necesitaba el éter, y la teoría de Le Sage sobraba. El geocentrismo la ha sacado del olvido, y utiliza la gravedad “Le Sageana” como fenómeno causante de la gravedad.
            Aún así, esta teoría necesita el éter. Ahora, ¿de dónde viene el éter? ¿De dónde viene la energía de rotación del universo? Siempre se llegará a esta cuestión primera, consideren ustedes el modelo que quieran. El “huevo cósmico” y la expansión del Big Bang, o el mundo creado con la Tierra en el centro requieren unas condiciones iniciales de energía enorme. Incluso un ateo debe dar a ese momento inicial una energía enorme. Una energía cuya causa y existencia por supuesto que no sabría explicar.
            Uno puede ser muy crítico con el modelo geocéntrico (Tychonico modificado), y hace bien en serlo, sin embargo muchísimas personas son absolutamente condescendiente con los fallos del heliocentrismo de Newton, de la Relatividad de Einstein, del Big Bang, etc. Y eso no está bien. Mencionamos solamente unas cuantas dificultades para los heliocentristas:
1.- la gravedad en el sentido de Newton tiene anomalías muy serias. Por ejemplo se desvía ampliamente en pozos profundos de minas, cuando hay eclipse de sol los péndulos de Foucault se vuelven locos, cuando se deja caer dos objetos de formas diferentes en el vacío no llegan a la vez (los cuerpos esféricos llegan antes), los cohetes que han salido del sistema solar están experimentando mas fuerza de la gravedad que la esperada.
2.- los cuerpos ligeros no orbitan en torno al centro de los pesados sino en torno al baricentro del sistema. Y para el total del universo, con una cantidad INCONTABLE de cuerpos, los heliocentristas son incapaces de predecir su baricentro. Los geocentristas tenemos la certeza que el núcleo de la tierra se halla en el preciso baricentro.
3.- Copérnico tuvo que valerse de más epiciclos que Ptolomeo. La ley de Newton (con su corrección infinitesimal por Einstein) no sirve hoy día para predecir el movimiento de los planetas. Hoy día hay que ajustar muchos epiciclos, la Luna necesita unos DOSCIENTOS. Hasta la aparición de computadoras no era posible resolver la gravitación entre tres cuerpos, y no digamos entre 5, 10, o 100 si contamos lunas y asteroides. El sistema solar parece que no resistiría estable ni 1 millón de años (los cálculos por ordenador alcanzan sólo 100.000 años), mucho menos ha podido haber agua líquida (ni 100 % evaporada o 100 % congelada) en nuestro planeta ni 1000 millones de años. Por eso que Newton dijo que el sistema solar debía estar en contrato de mantenimiento con el mismo Creador.
4. Y no hablemos de la Relatividad Especial (o la General), para la que cualquier simple cuestión cada físico teórico hace una interpretación distinta, incluso contradictoria la de uno de la del otro. ¿Conoce el lector el libro de “Relatividad Especial” de French? Antes se utilizaba en muchas universidades españolas, pues bien, éste libro comete fallos (quizás errores deliberados), y cuenta falsedades (probables mentiras) con tal de no contradecir a Einstein. ¿Por qué no se es crítico también con estas cosas?
            Pero, ¿es posible un universo en rotación que sea capaz de alguna manera mantener la Tierra en el centro? Tal vez ayude al lector la siguiente consideración del libro Gravitation, de Misner, Thorne & Wheeler, 1977. Un libro que tiene más de 1000 páginas. Extraemos un breve parrafo: “Si la Tierra está suspendida en el espacio y no está sostenida en ningún sentido por cualquier otro cuerpo celeste, sería precisamente el caso si la Tierra fuera del "centro de masa" para el universo. Si se pudiera excavar un agujero en el centro de la Tierra, la circunstancia anterior sería análoga a la colocación de una pelota de béisbol en el centro de forma que quedaría suspendida ingrávida e inmóvil. Porque las leyes giroscópicos muestran que cualquier fuerza que intenta mover el centro de gravedad tendrá resistencia ejercida por todo el sistema, y, análogamente, la Tierra se resistirá a cualquier fuerza ejercida hacia ella con la ayuda de todo el universo. Así como un pequeño giroscopio mantendrá un petrolero enorme a flote a través del océano sin balanceo, por lo que el universo en rotación hace lo mismo con el centro de la masa, la Tierra.”
            De donde aparecen en ambos casos las mismas fuerzas gravitatorias e inerciales (Coriolis, Euler), utilizando los autores mencionados para la demostración la física clásica. Y utilizando Relatividad general lo demuestran Lense y Thirring. Y por si fuera poco, encontró también una demostración Einstein, que no se dignó a publicar, sin embargo ha aparecido en una carta que dirigió a su amigo Poincaré. Y otra vez Einstein, cuando el 25 de Junio de 1913 escribió una carta a Ernst Mach, carta que hoy se conserva dentro de la colección de cartas manuscritas por Einstein, afirma: «Si se rota un masivo casquete (Shell) de materia S, con relación a las estrellas, en torno a un eje fijo que pasa por el centro del Shell, entonces surge en este centro una fuerza de Coriolis, lo cual significa que el plano de un péndulo de Foucault sería arrastrado en torno al eje».
            Repetimos, que el péndulo de Foucault demuestre la rotación de la Tierra es una errónea creencia del siglo XIX (lamentablemente se sigue publicando en muchos libros actuales). Pero en realidad el efecto de este péndulo lo produce «la rotación diurna de las masas distantes en torno a la tierra, que con un periodo de un día, produce también una fuerza centrífuga gravitacional real responsable de aplanar la tierra en los polos. Ello se explica por una fuerza real de Coriolis actuando en las masas en movimiento sobre la tierra…» (Ande K. T. Assis, ‘Relational Mechanics’, pg. 190-101). Se trata del efecto – que suele llamarse “arrastre de marcos inerciales”- que aquí hemos indicado, y que ha sido demostrado por Misner, Wheler y Thorne, así como por Lense y Thirring, y del que hablaban por carta Einstein y Mach.
Con lo cual, no sólo está indicando que el péndulo de Foucault no es una prueba de la rotación terrestre (como muchos dicen que la mecánica clásica lo confirma), sino que está indicando que toda la mecánica clásica es susceptible de ser interpretada de forma alternativa, esto es, suponer a la Tierra fija en el centro de un universo rotante. Einstein, sin embargo, se abstuvo astutamente de publicar en las revistas este resultado que evidentemente lesionaría gravemente su teoría de la Relatividad.
            Por otra parte, Misner, Thorne & Wheeler demuestran también que la radiación CMB tendría la precisa forma que observamos (con sus 2,73º K) si la Tierra estuviese en el centro de un cuerpo-negro en forma de cavidad esférica (pgs. 764-797).
            Otra vez en 1914 Einstein indicaba que: «la fuerza centrífuga sobre un objeto en un marco estacionario sobre la Tierra (Nota nuestra: la condición necesaria de los satélites geosíncronos) no puede admitirse como evidencia de la rotación de la tierra, puesto que en el marco de la tierra esta fuerza surge del “efecto rotacional medio de las masas rotantes distantes detectables”» (citado por Martin G. Selbrede).
            La fuerza de Coriolis tiene la misma forma en la perspectiva clásica que en la de Misner, Thorne & Wheeler -Lense-Thirring-Einstein –que es tan matemáticamente cierta o más que la anterior- y es  matemáticamente igual en ambos casos. O sea, las fórmulas son iguales, pero en la perspectiva “Tierra-móvil” la fuerza de Coriolis es ficticia, mientras que en la “Tierra-fija” es real, y depende de la velocidad angular w del firmamento como un todo, lo que es equivalente a un enorme giróscopo rotando. Por ejemplo, para el péndulo de Foucault los heliocentristas dicen que el plano de oscilación ‘parece’ trazar un círculo, pero no lo hace - porque se mantiene en un mismo plano fijo, mientras que la Tierra rota. Sin embargo, ellos no dicen respecto de qué sistema está fijo este plano. La única respuesta es: respecto del resto del universo. Y efectivamente es así, salvo que el resto del universo está rotando (verdaderamente, no ficticiamente).

            En esta situación no hay que confundir el movimiento diurno del sol, que no es una órbita entorno a la Tierra sino el giro del firmamento como un todo (con el sol imbuido en él), con la verdadera órbita del sol entorno a la Tierra que es de 1º al día (v=30 km/s). El movimiento del firmamento como un todo debería asimilarse a un líquido denso en rotación, si consideramos bolas de plastilina flotando en él, las bolas de plastilina no se deforman aunque el líquido rote a muchísima velocidad, en realidad, aparecen vórtices rotantes contrarrestando unas tensiones en un sentido con otras en sentido contrario. Esto habría que estudiarlo en mecánica de fluidos, pero aplicado al modelo Misner, Thorne & Wheeler . Esto lo explica muy bien Martin Selbrede, y lo veremos en seguidamás detalladamente.

            En otras palabras, esa ‘fuerza centrífuga’, F = m v^2 /R, no la produce la rotación de la Tierra (pues no rota) sino el resto del universo rotante, y no es una fuerza ficticia sino una fuerza real de naturaleza gravitatoria. Es ella la que produce, una zona alrededor de la Tierra de equilibrio gravitatorio, a la distancia de 22400 millas. O sea, m·g = m·v^2/R… resulta que los satélites tienen que estar viajando contra-corriente (del éter) a 6800 millas/h a una distancia de 22400 millas. Los satélites no caen mientras que viajen a esa velocidad precisa.
            En la perspectiva geocéntrica los satélites geoestacionarios tienen que vencer la fuerza centrífuga que realiza el universo rotante. Supongamos que un satélite se encuentra a una altura h sobre la superficie terrestre. En este punto el firmamento tiene una velocidad lineal v (sobre el polo norte v=0, etc.). Para dejarlo geoestacionario tendríamos que darle una velocidad –v, para “vencer” a la rotación del firmamento. El geocentrista X argumenta que precisamente por esta razón los satélites necesitan menos  combustible que si la situación real obedeciera el modelo heliocéntrico.
            Sobre los satélites geostacionarios hay que decir que alguien podría pensar que los cálculos que se realizan en la consideración de una Tierra Fija sirven igualmente para la hipotética tierra rotante y el firmamento celeste fijo, pero eso no ha podido ser probado y todo apunta hacia la imposibilidad de hacerlo. Los satélites geostacionarios necesitan tener un periodo de 23h55m (día sideral), por lo que deben moverse contra la rotación del firmamento a una velocidad exacta de v = 6856 millas/hora, constante en una órbita circular –en contra de la ley de Kepler-, y según los libros de astronomía heliocentrista la tierra no rota con velocidad constante sino con movimientos fluctuantes y espasmódicos, así pues desde la perspectiva heliocentrista no hay posibilidad de un satélite geostacionario: los propulsores de reposicionamiento no podrían mantener la v constante, el software de abordo debería estar reprogramándose constantemente, algo inimaginable. O sea, que haya satelites geostacionarios es más bien una indicación que la tierra está estacionaria.
            Efectivamente, se ha comprobado experimentalmente que sólo los satélites geostacionarios situados a 22.235 millas tienen una órbita circular, a cualquier otra distancia 12.500, 5.800 … o la que sea, no es posible situar un satélite en órbita circular, sino sólo elíptica. Es decir, la ‘regla de Kepler’ tendría que decirse así: “Todas las órbitas de los satélites son elípticas excepto las de los satélites geostacionarios situados a 22.235 millas’. Verdaderamente una cosa muy extraña para el heliocentrismo.
            Otro hecho significativo: nadie ha demostrado que en Marte se puedan colocar satélites en órbitas circulares. Con razón, porque para nosotros eso es consecuencia directa del modelo geocéntrico de Tycho Brahe: la Tierra está fija, los demás planetas se mueven según sus órbitas correspondientes alrededor del sol. Sabemos que geométricamente este modelo es equivalente al heliocéntrico (en cuanto a la Tierra, no necesariamente para otros planetas como comentaremos más adelante), pero no lo es dinámicamente. No es lo mismo que Marte se mueve y la Tierra no. Puede ser lo mismo, o muy similar, en cuanto a Venus y Marte, pero no en cuanto a la Tierra y cualquier otro planeta.
            En esta situación a algunos le puede parecer que las sondas enviadas desde la Tierra hacia otros planetas, en definitiva hacia las profundidades de nuestro sistema solar, tienen que necesariamente seguir el modelo heliocéntrico y que si el universo estuviera rotando, las sondas en cuestión, por ejemplo Voyager, tendrían que vencer un arrastre del éter rotante, lo cual le imposibilitaría su avance, haciéndolo imposible. Aquí tenemos que aclarar que respecto a la sonda Voyager y los efectos de la rotación del firmamento, hay una gran confusión general, se trata de errores heliocentristas típicos. Uno dice: “Al lanzar un cohete es conveniente hacerlo en el sentido de giro de la Tierra para que la aceleración centrifuga terrestre le aporte un impulso extra”. Falso, pues la tierra no aporta ninguna fuerza centrifuga (para el geocentrismo es el universo el que la aporta, tal y como lo aclaramos anteriormente). Otro: Hay un video de la NASA, filmado por una sonda espacial, en el que se ve a la lejana Tierra rotando sobre su eje, “Es una prueba irrefutable de la rotación terrestre” dice el vídeo. Falso, pues es el firmamento el que rota –incluida la sonda-, aquí se confunde lo directamente observado con lo real. En realidad si suponemos que vamos en una nave espacial, digamos en línea directa hacia la estrella Sirio, nosotros (como pilotos) no deberíamos tener que “contrarrestar” al movimiento rotacional del firmamento porque en ese movimiento ya estaríamos imbuidos (cuando pasamos del sistema inercial Tierra al sistema firmamento rotante). Si comprende esto, también comprenderá el movimiento del péndulo de Foucault, es decir, éste oscila en un mismo plano del universo, el cual está rotando con todo el firmamento. La tierra permanece fija, el plano de oscilación rota.
            Por último, recordemos algo tan obvio, como desplazado. Señores, el que afirma que la Tierra no se mueve, no tiene que demostrar nada; más bien lo que debe aportar es la coherencia de las pruebas y resultados experimentales con la situación, evidencia señores, que la Tierra está fija; quien dice que el sol se mueve y la tierra está fija no es quien tiene que demostrar nada (es eso lo que estamos observando diariamente, lo que todos los datos experimentales indica, es lo que está expresado en las Sagradas Escrituras, y lo que todos los sabios de todos los tiempos lo han reafirmado). Es el que dice que la tierra se mueve –contra toda evidencia- quien debe demostrarlo, y con pruebas evidentísimas (libres de todo tipo de engaños). ¡Hasta ahora no se ha aportado ninguna!, por lo que entenderá que lo más honesto es considerar la Tierra fija e inmóvil. La física moderna no tiene más prueba de la movilidad del sol que la “opinión de Hawking”: «Parecería que si observamos todas las galaxias alejándose de nosotros, es porque nos encontramos en el centro del universo. Hay, sin embargo, una explicación alternativa: el universo debería parecer el mismo en cualquier dirección, o también en cualquier otra galaxia. No tenemos ninguna prueba científica, ni a favor ni en contra de ello. Pero creemos en ello, en base a la modestia: es mucho más aceptable si el universo parece el mismo en cada dirección en torno nuestro, que no estar emplazados en un lugar superespecial del universo». Es decir, la modestia, una ‘modestia’ que a Hawking se le olvida cuando en sus libros divulgativos no menciona ni un solo dato de indicaciones geocéntricas observadas, de los muchos que hay en la astrofísica moderna.
            Por otra parte, aconsejamos al lector el libro de Herber Dingle “Science at the Crossroads” (La ciencia en la encrucijada), aunque su autor no sea un geocentrista, pues hay cuestiones que están muy bien tratadas en él: teorías alternativas que expliquen reacciones nucleares, GPS, corrimiento al rojo, retraso de relojes atómicos, decaimiento de muones, etc, c=cte,… Cuando un autor con ese prestigio (fue uno de los máximos expertos en la Relatividad, además de filósofo, llegó a presidir la Royal Astronomical Society, etc.), afirma que todas esas pruebas relativistas son falsas, tal vez al menos empiecen a abrir su mente hacia unas soluciones que, de facto, le prohibieron tener en cuenta.
            Cuando Dingle empezó a decir cosas como estas: “¿cómo determinar qué reloj, A o B, avanza más despacio, cuando los dos están en un movimiento relativo uniforme?”[1], refiriéndose a la famosa paradoja de los gemelos, una conjetura teórica que sigue siendo una paradoja real; o: “la teoría de la relatividad es creída algo de tal complicación que únicamente se puede esperar que un grupo muy selecto de especialistas la puede entender. Pero de facto esto es sencillamente falso; la teoría en si misma es muy simple, pero está pura y llanamente, sin necesidad alguna, envuelta en un ropaje de obscuridad metafísica con el que en el fondo no hay nada que hacer.”[2], hasta su muerte fue sometido a un silencio impuesto; le fueron denegadas publicaciones de sus investigaciones en las revistas prestigiosas, Nature y Science. Después de muchos reclamaciones, Nature consintió publicar sus críticas de Einstein: (Nature, 195, 985 (1962); y 197, 1287 (1963)). Hablaremos más adelante con más detalles sobre los fallos de la relatividad.



[1] Science at the Crossroads, Herbert Dingle, 1972 (p. 81)
[2] Ídem, (p. 16)



Extracto del libro "Y Sin Embargo No Se Mueve"



sábado, 23 de agosto de 2014

Una cuestión para heliocentristas

Voy a ser muy breve en esta entrada. Esto es una cuestión que planteé a varias personas competentes en la materia, pero no han sabido dar una respuesta satisfactoria. La planteo de forma abierta aquí:

La Tierra en su órbita alrededor del sol en el modelo heliocéntrico pasa por unos tramos en los que su velocidad varía entre 29 km/s y 30 km/s. De forma simbólica y exagerada, represento estas dos posiciones (que deberían corresponderse con los puntos de afelio y perihelio respectivamente, además en en las posiciones opuestas respecto al foco), con el fin de resaltar la masa de agua de los océanos mediante circunferencias concéntricas y otra de centro desplazado, de la siguiente manera:


La idea es muy simple: ¿por qué no existe el desplazamiento de agua de los océanos debido a la inercia del movimiento? 

Tengamos en cuenta que no se trata de un movimiento uniforme, sino acelerado.

Por otra parte, el agua no es un cuerpo rígido cuya masa podemos considerar concentrada en un punto, como es cómo normalmente realizamos el estudio de los cuerpos en movimiento.

¿Cómo, pues, los océanos no mantienen la velocidad de 30 km/s, significativamente mayor que 29 km/s, y se mueven hacia adelante de forma periódica según avance en la órbita?

Para geocentrismo la solución es obvia: la Tierra no se mueve, y de allí no hay desplazamiento de la masa de agua. ¿Pero en el heliocentrismo?