viernes, 21 de enero de 2011

¿Qué significa esto?

Un Retro-proyector sobre la superficie de la Luna

Los experimentos LLR prueban el geocentrismo

Por si todavía los experimentos de M-M, Michelson-Gale, Sagnac, Trouton-Noble, Thorndyke-Kennedy etc. no probaron fehacientemente que la Tierra se encuentra en reposo absoluto, ahora resulta que un experimento realizado por los técnicos del proyecto Apollo, el Lunar Laser Ranging Experiment, lo ha hecho más-allá-de-toda-duda, y sin embargo parece que se ha silenciado.

Los experimentos LLR consisten en enviar múltiples pulsos laser desde la Tierra hacia un preciso punto de la superficie lunar donde ha sido colocado un retro-reflector que refleja cada pulso haz laser de vuelta hacia la Tierra. El objetivo inicial era medir la forma exacta de la trayectoria lunar promediando los datos de las distancias obtenidas en distintos tiempos.

Así está reflejado en la web de APOLLO:

. . . the time it takes for the pulse of light to travel to the moon and back [from the earth]. . . anywhere from 2.34 to 2.71 seconds, depending on how far away the moon is at the time (the earth-moon distance ranges from 351,000 km to 406,000 km). We can time the round trip to few-picosecond precision, or a few trillionths of a second.
Retro-reflectores para el experimento LLR fueron ensamblados durante las misiones tripuladas Apollo 11, 14 y 15; otro fue también colocado por medio del vehículo espacial no-tripulado soviético Lunakhod 2. En total hay cuatro colocados en la Luna (hay 5 pero uno no funciona). Cada uno consiste en una serie de cubos (corner cubes) reflectores concentrados, que forman un tipo especial de espejo con la propiedad de reflejar un haz de luz entrante, y llegar a devolverlo en la misma dirección. Puede leerse más sobre reflectores lunares en la web oficial:
http://www.physics.ucsd.edu/~tmurphy/apollo/lrrr.html



Las pulsaciones del haz de laser se observan desde telescopios terrestres, y darían a los científicos la oportunidad de medir con precisión la distancia Tierra-Luna y así estudiar la forma de la órbita lunar. Se utiliza un haz laser porque esta luz puede enfocarse a grandísimas distancias con poca dispersión. Aún así, cuando llega a la superficie lunar el haz se ha dispersado hasta formar un círculo de unos 7 km de diámetro, y al retornar a la superficie terrestre alcanza hasta los 20 km de diámetro. Obviamente, la señal que llega a la Tierra es extremadamente débil, y para registrarla se necesitan largas exposiciones. Promediando la señal para un cierto tiempo, la distancia a la Luna podía medirse con una precisión de 3 cm; hay que tener en cuenta que la distancia media a la Luna es de unos 385.000 kilómetros.

De acuerdo al Heliocentrismo se tiene lo siguiente:

* Velocidad orbital de la Tierra alrededor del sol: 29,78 km/s
* Velocidad de rotación de la Tierra: 0,46 km/s (en el ecuador) – 0 km/s (en los polos).


A la hora de emitir el haz laser desde el telescopio terrestre, no tiene gran importancia la velocidad de rotación de la Tierra, puesto que para dirigir correctamente el rayo hacia el reflector sólo hay que tener en cuenta la velocidad relativa entre la superficie terrestre y la lunar. Sin embargo, esta velocidad rotacional debe ser tenida en cuenta para ubicar con precisión el telescopio receptor que captará la luz laser que retorna a la tierra, pues si por ejemplo el receptor terrestre estuviera en el ecuador, éste debería estar situado entre 2,34x0,46 (1,07 km) y 2,71x0,46 (1,25 km) del punto en que se emitió el haz laser, dependiendo del lugar que se encuentre la Luna (la luz tendrá entre 2,34 y 2,71 segundos de viaje). Si el experimento se realizase en el polo norte, no habría este inconveniente.

Pero la velocidad lineal tiene una desventaja superior, de acuerdo al heliocentrismo en esos 2,34-2,71 segundos la tierra se habrá desplazado una distancia entre 69,69 y 80,71 km en su trayectoria alrededor del sol. Por tanto, para el heliocentrismo el receptor debería colocarse, teniendo en cuenta la extensión de 20 km del haz laser, a una distancia entre 49,69 km y 60,71 km (a los que quizás habría que añadir los 1,07-1,25 km anteriores). Pero aún hay algo más, pues según los datos astrofísicos recientes el sol (con todo el conjunto de planetas) se está desplazando a una velocidad de 370 km/s hacia un punto de la constelación Leo. Por lo que habría que desplazar el receptor en unos 938 km más.
Prueba definitiva. La Tierra no se mueve, no rota.
 Y ahora viene el punto primordial, los experimentos LLR comenzaron a hacerse desde 1969, y se siguieron haciendo durante bastantes años, lo que no está registrado en los libros es cuándo los científicos encargados de estos LLR observaron por primera vez –con un lógico asombro- que ¡el lugar receptor y el emisor coincidían!. Es decir, el mismo telescopio terrestre que lanza hacia la luna los pulsos laser los recibe sin ningún problema. No hay ningún desplazamiento.

Conclusiones:
- La Tierra está estacionaria relativa al sol (la velocidad de traslación es v=0), por tanto es el sol el que orbita alrededor de la Tierra.
- La Tierra está estacionaria relativa a la luna, por tanto la luna orbita alrededor de la Tierra.
- La Tierra no rota en torno al eje norte-sur terrestre (la velocidad de rotación es nula), sino que las estrellas y todo el firmamento rotan en torno de ese eje.

lunes, 17 de enero de 2011

Geocentrismo vs heliocentrismo. (Parte III - última)

El geocentrismo en las Sagradas Escrituras.
A pesar de lo que decía Galileo, no hay ningún pasaje bíblico apoyando la hipótesis heliocéntrica, por el contrario se apuntan varios cientos a favor de la geocéntrica. Galileo utilizaba a su favor el pasaje de Josué mandando detenerse al sol en Gabaón (Jos 10,12-14) , pero los argumentos que aporta son de muy poco peso. Más claro no puede estar narrado: “Y el sol y la luna se detuvieron…” (Jos 10,13); una frase que no procede de Josué sino del Espíritu Santo. La afirmación es muy precisa ya que menciona, no sólo la detención del sol, sino la de la luna, que cumple la función de marcador referente, como un reloj parado indicando que se ha detenido el tiempo astronómico. Si Dios no dijera aquí la pura verdad muy bien se le podría acusar de ‘mentiroso’. El Magisterio dice: «… y está tan lejano de ser posible que cualquier error pueda coexistir con la inspiración, ya que la inspiración no sólo es esencialmente incompatible con el error, sino que lo excluye y lo rechaza tan absolutamente y necesariamente como es imposible que Dios mismo, la suprema Verdad, pueda pronunciar aquello que no es verdad» (León XIII en Providentissimus Deus 1893). La doctora en teología Paula Haigh afirma: «Quien mantiene que un error es posible en un pasaje auténtico de las Sagradas Escrituras está pervirtiendo la noción católica de inspiración, o bien está haciendo a Dios el responsable de ese error».
Entre los versículos más explícitos reafirmando el geocentrismo citemos también:
* “Pusiste la Tierra sobre sus bases para que ya nunca se mueva de su lugar” (Sal 104, 5).
* “
Dios la afirmó (a la Tierra) para que no se mueva jamás” (Sal 93,1), (I Cr 16,30). “El Señor afirmó la Tierra, para que no se mueva” (Sal 96,10b).
* “Dios extendió el norte (el firmamento) sobre el vacío y 
colgó la tierra sobre la nada” (Job 26,7).
* “Una generación se va y la otra viene, y 
la tierra siempre permaneceSale el sol, y se oculta, y vuelve pronto a su lugar para volver a salir. Sopla el viento hacia el sur y gira luego hacia el norte; dando vueltas y vueltas, y retorna sobre su curso” (Eclesiastés 1,4-6).
Este último es especialmente esclarecedor del geocentrismo, pues habla con una gran profusión de datos sobre la situación de reposo permanente de la tierra, así como del movimiento diurno del sol. Otro versículo que fue discutido en el primer proceso de Galileo es el siguiente:
* “Nace el sol por un extremo del cielo, y avanza por su circuito1 hasta llegar al otro extremo, sin que nada escape de su calor” (Sal 19,6).
La afirmación inspirada de (Sal 19,6) es de suprema importancia, pues conecta dos hechos científicos asociados al sol: (a) su movimiento circulatorio hasta completar una vuelta, y (b) su calor radiante por allí donde circula. Los exégetas siempre han dicho que habría una gran incongruencia en este pasaje si el Espíritu Santo hablara metafóricamente del primer hecho y literalmente del segundo, pues es un hecho indiscutible que el sol irradia energía a lo largo de su trayectoria.
El geocentrismo para los Padres y Doctores de la Iglesia.
En ningún momento los Padres mencionan que el sol sea el centro del universo, y tampoco mencionan que el sol se halle inmóvil. Por el contrario todos coinciden en decir que la Tierra es el centro del universo, así como que la tierra se mueve y su existencia es anterior a la del sol. Unos ejemplos de ello:
Mira primero el firmamento del cielo, que fue creado antes que el sol. Mira la tierra, que comenzó a ser visible y ordenada antes que el sol iniciara su curso.” (San Ambrosio, “Los seis días de la creación” 4,1).
Hay investigadores de la naturaleza que con grandes discursos dan razones para la inmovilidad de la tierra… no sin razón o por casualidad la tierra ocupa el centro del universo, su lugar natural. Por necesidad está obligada a permanecer en su sitio, a menos que un movimiento contrario a la naturaleza llegará a desplazarla de él”. (San Basilio, “Nueve homilías sobre el Hexameron”)
La noche acontece cuando el sol está bajo la Tierra, y la duración de la noche es el viaje del sol bajo la Tierra desde su puesta hasta su salida”. (San Juan Damasceno, “La fe ortodoxa”).
Al igual que los Padres de la Iglesia, todos los teólogos ortodoxos y doctores de la Iglesia han mantenido con firmeza la posición preponderante de la tierra en el firmamento y el movimiento real del sol, no concediendo ninguna posibilidad al sentido metafórico o simbólico de este movimiento solar. Así por ejemplo el cardenal Roberto Belarmino, santo y Doctor de la Iglesia (además fue profesor de Astronomía, entre otras en la Universidad de Lovaina), dejó escrito en una memorable carta del 12 de Abril de 1615:
« Decir que asumiendo que la tierra se moviera y el sol permaneciera fijo, las apariencias son salvadas mejor que con excéntricas y epiciclos, es hablar bien; no hay ningún peligro en esto y ello es suficiente para los matemáticos. Pero querer afirmar que el sol realmente está fijo en el centro de los cielos y únicamente revoluciona alrededor de sí (girando a través de su eje) sin viajar de este a oeste, y que la tierra está situada en la tercera esfera y revoluciona con gran velocidad en torno al sol, es una cosa peligrosa, no sólo por irritar a todos los filósofos y teólogos escolásticos, sino también por injuriar nuestra Santa Fe y suponer falsas las Sagradas Escrituras. Su Reverencia ha demostrado muchas formas de explicar la Sagrada Escritura, pero no las ha aplicado en particular, y sin duda usted lo habría encontrado eso más difícil si hubiera intentado explicar cada uno de los pasajes que usted mismo ha citado».
2
El geocentrismo en las Revelaciones Privadas.
Las revelaciones del Señor a santa Hildegarda de Bingen.
Dios parece haber escogido a una mujer del medio de Europa, nacida en la Edad Media, para darle revelaciones dirigidas a todos los hombres para todos los tiempos. Particularmente importantes para nuestros tiempos son las revelaciones científicas, cuando los cristianos europeos han perdido ya la confianza en la inerrancia de la Biblia, y los científicos han optado irresponsablemente por la total ruptura entre la ciencia y la teología natural, y han abominado de la filosofía escolástica. Entre las revelaciones que recibió santa Hildegarda3 están los más sorprendentes tratados de cosmología jamás narrados, descritos con todo lujo de detalles, con sencillez pero dando respuestas a cuestiones que incluso la ciencia moderna se ha visto incapaz de dar soluciones.
Por ejemplo, en su obra “Liber divinorum operum” (1163-1174), Hildegarda aporta explicaciones sobre el origen de la gravedad, algo que no han logrado hacer los científicos en la total historia de la ciencia. También explica la naturaleza del espacio exterior y sus implicaciones, y explica la mecánica del movimiento solar y el sistema planetario desde una perspectiva tychonica, tal como la que defendemos nosotros aquí. Y lo hace más de 400 años antes que Tycho Brahe estableciera este sistema en completa oposición al sistema de Galileo. De acuerdo a las visiones de santa Hildegarda, la Tierra se encuentra inmóvil en el centro del universo, sirviendo como centro de los cuatro puntos cardinales del cosmos. Un universo que es finito y esférico. Sus visiones dejan perfectamente claro que todo el firmamento rota alrededor de la Tierra estática. Rodeando a la Tierra hay seis capas de diverso espesor compuestas de fuego, agua o aire4. Las dos capas más externas están formadas por fuego (plasma). Justo debajo de estas dos aparece una banda de éter. Puede verse en los gráficos que hemos preparado (Figura 14 a-b) el origen de las estaciones según estas revelaciones: el sol participa del movimiento rotacional de todo el firmamento, salvo que una corriente contraria del fluido éter le hace retroceder casi un grado al día, y otra corriente transversal le produce un giro de ascenso-descenso. Algunos escépticos acusaron a la abadesa de Bingen ante el Santo Oficio de estar poseída diabólicamente. Mientras la comisión nombrada por el papa Eugenio III (1145-1153) investigaba el caso Santa Hildegarda fue exorcizada preventivamente. Finalmente, el veredicto dictado por el obispo de Mainz, Monseñor Heinrich, fue que sus visiones tenían origen divino.
¿Ha sido revocada la condena de Galileo?
Durante el pontificado de Urbano VIII, en 1633, ante el Tribunal de la Inquisición, Galileo fue acusado y hecho abjurar –no por enseñar ciencia incorrecta- sino por sospechoso de herejía. Todos los libros afirmando que la Tierra se mueve fueron colocados en el Índice. En 1664, el Papa Alejandro VII sacó la bula Speculatores Domus Israel en la que fijaba un nuevo Índice condenando todos los libros “que enseñasen de cualquier modo el heliocentrismo”.
Poco después del Concilio Vaticano I de 1870, en el que se definió la infalibilidad del Papa, y a consecuencia del gran debate surgido por esa causa, un reverendo anglicano inglés, P. William Roberts, que erróneamente creía que el heliocentrismo había sido probado científicamente, realizó un laborioso trabajo5 recopilando los antiguos decretos de la Iglesia de Roma contra el heliocentrismo. Su objetivo era probar que los papas habían caído en el error cuando hablaban “ex cathedra”, paradójicamente su trabajo probando que los decretos papales habían mantenido invariable la condena del heliocentrismo, a pesar de toda presión externa e incluso interna, es ahora considerada por algunos como una excelente prueba de la infalibilidad papal, y ha supuesto para algunos protestantes geocentristas el motivo principal de su conversión a la Iglesia Católica de Roma.
Como ya hemos visto, el heliocentrismo no pudo ser probado científicamente (¡no es posible hacerlo!), a pesar de los grandes esfuerzos que desde 1887 se hicieron con los experimentos del tipo Michelson-Morley, sin embargo, quizás porque Galileo inicialmente afirmó que él lo había observado con su novedoso telescopio en el sistema de Júpiter y sus satélites (era una prueba incorrecta), o porque algunos clamaron erróneamente que los principios matemáticos de Isaac Newton lo probaban de manera formal, a pesar de todos los decretos condenatorios, esta herejía pronto se extendió por todas las universidades católicas y quedó fuera de control. En ello también influyó notoriamente la ansiedad de los protestantes por probar como fuera que los decretos papales de Roma eran falibles. Así llegó el convulso siglo XX con sus teorías científicas alienantes, como la Relatividad, el espacio-tiempo curvado, el Big Bang, los agujeros negros… que llevaron a la ruptura aparentemente definitiva entre la ciencia y la teología. Como dice Robert Sungenis6, a los apologetas de la Iglesia de este siglo sólo les quedaron dos opciones:
a) Aceptar las afirmaciones de los poderosos científicos, reafirmando la postura de Copérnico, “la tierra no es un lugar privilegiado”, y entonces tener que dar intrincadas explicaciones para seguir manteniendo que el Espíritu Santo guía a la Iglesia”.
b) Mantenerse firmes en la certidumbre que el Espíritu Santo guía a la Iglesiay por tanto concluir que el geocentrismo es una verdad, pese a las presiones fortísimas de los científicos y de quienes les apoyan.
Tristemente, la mayoría de apologetas optaron por la primera postura, y en su postura ultramontana retorcieron la doctrina de la Iglesia. Durante la primera parte del siglo XX, los papas aún no vieron la necesidad de estudiar este asunto. Pero al final del siglo XX, Karol Wojtyla, que tenía una gran formación en filosofía personalista, pero creía que el geocentrismo estaba científicamente refutado, consideró que había llegado el momento de tratarlo en serio, y en 1979 expresó su deseo de tener un amplio estudio del “caso Galileo”. En 1981 organizó una comisión para hacerlo, con miembros de la PAS como participantes preferentes, por lo que es pertinente conocer un poco la estructura de la PAS.
La Pontificia Academia de Sciencias (PAS) es la heredera de la Academia dei Lincei (Academia de Ciencias de Roma) establecida en 1603 por el pontífice Clemente VIII. Finalmente en 1936, Pío XI la reestructuró en su forma y nombre actual. Se describe la PAS como una fuente de información científica objetiva puesta al servicio de la Santa Sede y de la comunidad científica internacional. Los candidatos a ser miembros de ella son elegidos por la propia Academia y son nombrados por acto soberano del Santo Padre, y su pertenencia a la PAS es de por vida. Actualmente hay unos 90 miembros, 30 de los cuales han obtenido el Premio Nobel en sus respectivas especialidades. Lo novedoso del PAS del siglo XX y XXI, algo impensable en otras épocas, es que muchos de sus miembros no sienten ningún compromiso con el Cristianismo, y muchos de ellos se declaran y actúan como ateos o agnósticos. Tenemos claros ejemplos de ello en Stephen Hawking o en Paul Davies, que incluso alardean de ateísmo en sus obras divulgativas. En realidad, en los trabajos cosmológicos de la Academia hay una fuerte tendencia a adherirse a posturas contrarias a las enseñanzas oficiales de la Iglesia Católica7.
Respondiendo a una cuestión que le hicieron sobre la PAS, el Arzobispo Monseñor Luigi Barbarito, Nuncio Apostólico Emérito de Gran Bretaña, comentó: «Sobre este cuerpo yo diría que no tiene autoridad en materia de fe y de doctrina, y expresa únicamente las vistas de sus propios miembros que pertenecen a creencias de diversas religiones».
El 31 de Octubre 19928, después de recibir las conclusiones del larguísimo estudio de la comisión presidida por el Cardenal Paul Poupard, el papa Juan Pablo II dio un breve discurso ante la PAS. A pesar que se trataba de una sesión privada entre el papa y la Academia científica, toda la atención mundial pareció confluir allí ese día para escuchar el “mea culpa”de la Iglesia, que, por supuesto, no llegó. Las conclusiones del estudio que presentó el Cardenal Poupard -como era de prever- fueron muy condescendientes con la postura de Galileo y, en cambio, extremadamente críticas con la de los teólogos de la Iglesia. Luego le tocó el turno al Papa. En su breve discurso9, Juan Pablo II no aportó nada –oficialmente- nuevo sobre el caso, lo cual dejó muy contrariados a más de un miembro de la comisión, y probablemente también a los representantes de los medios informativos. El papa Juan Pablo II, a pesar de la neta carga heliocentrista que tenía que soportar mediante algunos díscolos miembros de la PAS, hizo un breve y discreto discurso con motivo de la presentación de las conclusiones por parte de la comisión encargada del estudio del ‘caso Galileo’. La mejor prueba de ello es el disgusto y enfado que se llevaron algunos miembros de esta comisión al escuchar este discurso ‘light’. Así por ejemplo, P. George Coyne, que fue miembro de esta comisión, lo catalogó en un escrito como un “intento de disipar el caso Galileo10, allí se lamentaba de que no apareciera en él ninguna mención al Santo Oficio, ni del mandato judicial de 1616 a Galileo, ni de la abjuración que se le ordenó, ni de la mención a los papas Paulo V ó Urbano VIII. En lo último, añadimos nosotros, el Espíritu Santo sí estaba actuando, y allí no hubo bula, ni encíclica, ni decreto, ni abrogación, ni derogación. Después de más de diez años de extenso trabajo de la comisión, el único resultado fue ese breve discurso –sin ningún compromiso- dirigido a un pequeño cuerpo de especialistas, y totalmente exento de retractaciones o levantamientos de la condena de Galileo, y por supuesto, Juan Pablo II no tuvo necesidad de pedir perdón de errores suyos ni de sus predecesores en materia de hermenéutica bíblica, errores que no se dieron factualmente.
A pesar de todo ello, fueron muchos los titulares de los medios de información que distorsionaron completamente el sentido del discurso: «Juan Pablo II reconoce el error que cometió la Iglesia con Galileo y pide perdón por ello». «El Vaticano rehabilita a Galileo»… Afirmaciones absolutamente tendenciosas. En estos titulares subyace el sueño ‘laicista’ de mostrar a un Pontífice de la Iglesia Católica errando en una sentencia o declarando que otros Pontífices erraron en el pasado. Vamos a finalizar haciendo un repaso de algunos puntos de ese discurso9.
Karol Wojtyla, que, como todo europeo del siglo XX, fue educado como si el geocentrismo hubiese sido apartado definitivamente de la ciencia, creía erróneamente en el movimiento de la tierra. La misión de la Pontificia Academia de Ciencias era indicar al Papa que no hay ninguna prueba irrefutable que confirme ese movimiento. Quizás algún miembro de ella debería pedir perdón a la Iglesia por no haber informado al Papa sobre el estado actual de la ciencia, como era su deber. Aún así, en ninguna parte de su discurso Juan Pablo II rehabilita a Galileo –que por cierto había ya abjurado12 irrevocablemente de su antigua opinión favorable al heliocentrismo. Juan Pablo II hizo lo que pudo por desentrañar los oscuros aspectos de ese caso.
- «Una doble cuestión hay en el núcleo del debate de Galileo. La primera es de orden epistemológico y concierne a la hermenéutica bíblica…Galileo no hacía distinciones entre el enfoque científico al fenómeno natural, y lo que generalmente pide hacer este enfoque es una reflexión en el orden filosófico. Ésta es la razón por la que él rechazó la sugerencia que se le hizo de presentar el sistema de Copérnico como una hipótesis, en la medida que éste no había sido confirmado por alguna prueba irrefutable. (Discurso jp-ii, spe_19921031, accademia-scienze n.5)
Juan Pablo II reafirma aquí la correcta actuación del Tribunal del Santo Oficio al reconocer implícitamente que, sin una prueba irrefutable, la Iglesia no estaba obligada a aceptar el heliocentrismo. Como corolario puede afirmarse que tampoco lo está ahora, pues sigue sin haber una prueba irrefutable. Nadie la ha presentado hasta la fecha actual.
- «…la representación geocéntrica del mundo era comúnmente admitida en la cultura de aquel tiempo como completamente de acuerdo con las enseñanzas de la Biblia, de las que ciertas expresiones tomadas literalmente parecían afirmar el geocentrismo».(Discurso jp-ii, spe_19921031, accademia-scienze n.5)
Juan Pablo II admite que el sentido literal de la Biblia parece conducir al geocentrismo, y es que –recordamos nosotros- una nota distintiva de la Iglesia Católica, al menos durante los primeros 17 siglos, ha sido la defensa del sentido literal de la Biblia. Entre las reglas de la hermenéutica bíblica que indica León XIII en “Providentissemus Deus” (1893), está la ‘regla de S. Agustín’: «No apartarse del sentido literal y obvio, a no ser que alguna razón la haga indefendible o la necesidad lo requiera». En el caso del geocentrismo no aparece ninguna razón para apartarse del sentido literal.
Siguiendo con el discurso, Juan Pablo II dice a los miembros de la PAS:
- «El propósito de vuestra Academia es precisamente discernir y hacer conocer, en el presente estado de la ciencia y dentro de sus propios límites, lo que puede ser contemplado como una verdad adquirida o al menos disfrutando de tal grado de probabilidad que sería imprudente y fuera de lo razonable rechazarla». (Discurso jp-ii, spe_19921031, accademia-scienze n.13)
Aquí Juan Pablo II recuerda los cometidos de la Academia de hacer conocer las certezas o hechos irrefutables en el presente estado de la ciencia. La expresión “dentro de sus propios límites” parece referirse a los límites tolerados por el Magisterio y las enseñanzas ya declaradas verdad por la Tradición de la Iglesia.
El aspecto más polémico de este discurso es la mención a los ‘teólogos’ del tiempo de Galileo, pero sin mencionar específicamente a ninguno en particular:
- «Así, la nueva ciencia, con sus métodos y la libertad de investigación que esto implicaba, obligaba a los teólogos a examinar sus criterios de interpretación escrituristica. La mayoría de ellos no sabían cómo hacerlo». (Discurso jp-ii, spe_19921031, accademia-scienze n.5)
- «
La mayoría de teólogos no percibían la distinción formal entre la santa Escritura y su interpretación, lo cual les llevaba a transponer indebidamente al dominio de la doctrina de la fe una cuestión relativa a la investigación científica». (Discurso jp-ii, spe_19921031, accademia-scienze n.9).
El doctor en Teología, Robert Sungenis, indica: «No hay razones para dudar de la capacidad interpretativa de los teólogos del siglo XVII, en realidad la mayoría de ellos eran exegetas muy experimentados, y prueba de ello es que fueron capaces de detener la rebelión Protestante que ocurrió prácticamente en el mismo tiempo. ¿Cómo podrían ellos haber sido tan astutos contra la teología protestante y tan obtusos contra la teología de Galileo?. Varios de estos teólogos intervinieron en el Concilio de Trento, disponiéndolo con tal claridad que no permitía ninguna desviación del consenso de los Padres en cuanto a la interpretación bíblica». Por el contrario, la interpretación que hace Galileo de los pasajes bíblicos es burda e ingenua (por ejemplo su interpretación de Jos 10,12-14) .
Otro punto polémico es que la comisión parece creer que el caso Galileo “está cerrado” desde 1820 a favor del copernicanismo de Galileo, y entonces no serían pertinentes discusiones posteriores.
- «El Cardenal Poupard igualmente nos recordó cómo la sentencia de 1633 no era irreformable y cómo el debate, que no ha cesado de evolucionar, se cerró en 1820 con el imprimatur de la obra del canon Settele». (Discurso jp-ii, spe_19921031, accademia-scienze n.9, Párrafo 3).
Respecto a la primera afirmación, técnicamente el Cardenal Poupard tendría razón, pues en la sentencia de 1633 no quedó escrito explícitamente su carácter irreformable13, sin embargo, según Lumen Gentium 25, se debe hacer suyo con religiosa sumisión de la voluntad y el entendimiento… especialmente el Magisterio del Romano Pontifice, aun cuando no hable ‘ex cathedra’, reconociendo con reverencia su magisterio supremo y con sinceridad se haga suyo el parecer expresado por él, según el deseo expresado por él mismo según su manifiesta mente y voluntad, que se colige principalmente ya sea por la índole de los documentos(1), ya sea por la frecuente proposición de la misma doctrina(2), ya sea por la forma de decirlo(3). En el caso de condena del heliocentrismo el carácter de supremo magisterio se aprecia en: (1) su extremada importancia, “proteger a las Escrituras de interpretaciones falsas” y “proteger a los cristianos de enseñanzas indebidas”; (2) los documentos eclesiales sobre este asunto se extendieron por 50 años, 1616-1665, el número de documentos manejados supera los 7000; (3) atendiendo a la sentencia sobre el heliocentrismo, puede observarse que la forma de expresarla es categórica: “formalmente herética” y “errónea en la fe”.
Respecto a la segunda afirmación, debe notarse que quien dice que el caso Galileo quedó cerrado con el canon Settele, no es Juan Pablo II, sino la comisión a través de su portavoz, el Cardenal Poupard. Tal afirmación es errónea. En dicho canon se permitió en 1822 al astrónomo Settele publicar un libro, Elementos de Óptica y Astronomía, en el que mantenía el copernicanismo como ‘tesis’ (opinión personal a ser sopesada en vista a su posible validez). El Santo Oficio concedió el Imprimatur a ese libro en el que se trataba la movilidad de la tierra y la inmovilidad del sol de acuerdo a “la común opinión de los astrónomos modernos”. La Iglesia seguía en 1822 considerando el copernicanismo como una mera ‘opinión’ y no como un hecho científico, independientemente del número creciente de astrónomos que se iban adhiriendo a esa opinión. Así, los libros de Galileo, Kepler y Newton siguieron manteniéndose en el Índice de Libros Prohibidos. El Dr Sungenis dice que un imprimatur es de un nivel de autoridad inferior a la sentencia de Urbano VIII en 1633, y por tanto no cerraba el caso; para hacerlo sería necesario que un papa o concilio sacara un decreto infalible y declarase oficialmente no volver a escuchar más debate sobre el tema. Un ejemplo de tal caso se dio en el pasado con el tema del canon de la Escritura, fue el concilio de Trento con un decreto formal infalible indicando que todo debate sobre el tema debía cesar. Así fue.
- «El error de los teólogos de entonces, cuando sostenían la centralidad de la tierra, era pensar que nuestro conocimiento de la estructura del mundo físico estaba, en cierta manera, impuesta por el sentido literal de la Santa Escritura. Recordemos la famosa frase atribuida a Baronio: : «Spiritui Sancto mentem fuisse nos docere quomodo ad coelum eatur, non quomodo coelum gradiatur». En realidad, la Escritura no se ocupa de detalles del mundo físico, donde el conocimiento es confiado a la experiencia y al razonamiento de los hombres». (Discurso jp-ii, spe_19921031, accademia-scienze n.12).
Juan Pablo II pensaba que el geocentrismo había sido probado falso con pruebas científicas irrefutables, y según parece, los científicos de la PAS contribuyeron a mantenerle en ese error personal. Sin embargo, al tener pleno conocimiento que las actuaciones de San Roberto Belarmino y de los pontífices que habían sentenciado a Galileo no podían ser erróneas, hubo de atribuir el error a losteólogos impersonales de entonces, algo que indirectamente recae en la hermenéutica del propio Belarmino, como eminente teólogo, y consecuentemente en los papas posteriores que confiaron en la hermenéutica del cardenal Belarmino. Conclusión: una falsedad (mantener que la Inquisición erró en la sentencia contra Galileo) ha llevado a una distorsión de la realidad (señalar unosresponsables del inexistente ‘error’). Otro aspecto que deberían analizar los teólogos actuales es la relación entre el heliocentrismo y la desconfianza en la inerrancia de la Biblia. En esta sección del discurso, se alude a una frase atribuida a Baronio, “El Espíritu Santo nos dice cómo ir a los cielos, y no cómo van los cielos”. Una frase, que no es ninguna afirmación magisterial, sino un dichoinespecífico –una opinión particular en todo caso- con el que se intenta justificar la actitud de Galileo en oposición al de los teólogos de su tiempo. De aquí algunos han sacado la regla no escrita que no debe tomarse el sentido literal cuando la Biblia (el Espíritu Santo) afirma realidades físicas. Cuando lo cierto es que la interpretación literal de la Biblia, ininterrumpida durante los dieciséis y pico primeros siglos, ha dado a la Iglesia doctrinas tan cruciales como la Regeneración Bautismal, cuando Jesús dice: «quien no renaciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios» (Jn 3,5); o la de la Presencia de Cristo en la Eucaristía, por la literalidad de las palabras de Jesús (Mt 26,26): «Esto es mi cuerpo». Según la opinión del teólogo Fr. Raymond Brown11, parece que la fe en la veracidad y en la inerrancia de la Biblia comenzó a cambiar en el siglo XVII para dar cabida al heliocentrismo, cuando éste se coló en las universidades católicas.

Juan Carlos Gorostizaga
Profesor de Matemática Aplicada
Asociación de Docentes Santo Tomás de Aquino

NOTAS

[1] En algunas biblias aparece la palabra moderna 
orbita.
[2] La carta estaba dirigida al fraile Paolo Foscarini, que era un seguidor de Galileo.
[3] Una buena biografía de esta santa alemana puede leerse (en español) en la siguiente web. 
http://www.hildegardiana.es/1vida.html
[4] Corresponden a las cuatro categorías de la materia aristotélica, tierra, agua, aire y fuego.
[5] El trabajo de Rev. William Roberts puede leerse en: 
http://www.alcazar.net/pont_decr1.pdf ; http://www.alcazar.net/pont_decr2.pdf
[6] R. Sungenis & R. Bennett. 
Galileo Was Wrong The Church Was Right”. 2004.[7] Gerard Keane. “The Pontifical Academy of Sciences and the Crisis of Faith”. http://www.kolbecenter.org (Articles).
[8] Se ha señalado que esa fecha coincide con el festejo pagano de 
Halloween.[9] En la web oficial del Vaticano está el discurso sólo en francés, italiano y alemán. http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/1992/october/index_sp.htm. Nosotros hemos hecho una traducción (desde la versión original francesa) al castellano, que puede verse en:http://www.euskalnet.net/jcgorost/Discurso_jpii31Oct1992.pdf [10] Fr George Coyne, “The Church’s Most Recent Attempt to Dispell the Galileo Myth,” in The Church and Galileo, p. 354.
[11] Fr. Raymond Brown. New Jerome Biblical Commentary. P. 1169.[12] Ver documento de abjuración de Galileo:http://www.euskalnet.net/jcgorost/sentencia.pdf
[13] En muchos documentos de la Iglesia no queda especificado si la enseñanza incluida es irreformable o no.
LECTURAS
Robert Sungenis & Robert Bennett . "Galileo Was Wrong The Church Was Right". http://galileowaswrong.blogspot.com/ ;http://www.catholicintl.com/ 
- Solange Strong Hertz. “The 
http://ldolphin.org/geocentricity/Hertz2.pdf
- Rafael Pasc
ual. “Algunas consideraciones sobre el caso Galileo”. http://es.catholic.net/sexualidadybioetica/195/454/articulo.php?id=6800
- Gerardus B. Bouw. “
Introduction to Biblical Cosmology”. http://www.alcazar.net/geo_primer.pdf
-
 Paula Haigh. “Galileo’s Heresy”. http://ldolphin.org/geocentricity/Haigh2.pdf
- Paula Haigh. “
Galileo’s Empiricism-And Beyond”. http://ldolphin.org/geocentricity/Haigh.pdf - Atila Sinke Guimarães. “The Swan’s Song of Galileo’s Myth”. http://www.traditioninaction.org/History/A_003_Galileo.html
- J.S. Daly. “The Theological Status Of Heliocentrism”. 
http://ldolphin.org/geocentricity/Daly.pdf

Geocentrismo vs heliocentrismo (Parte II)

Consideraciones histórico-científicas
La ciencia está viciada por el heliocentrismo.
La astronomía, la astrofísica, la cosmología y ciencias afines están adulteradas desde el siglo XVII, pues no hay ni una sola prueba avalando la hipótesis heliocéntrica que no tenga una explicación igual de buena o superior desde el geocentrismo. Esta afirmación no es gratuita, el “igual que” ya fue explicado con todo detalle por el físico teórico y cosmólogo británico Sir Fred Hoyle en su obra sobre la vida de Copérnico1. En ella desmonta cada uno de los falsos mitos que rodean al heliocentrismo, como por ejemplo su “mayor sencillez y ausencia de epiciclos”, en realidad el modelo de Copérnico utiliza un mayor número de epiciclos que el modelo de Ptolomeo, no consiguiendo a cambio mayor precisión. Hoyle también hace notar la equivalencia de los tres sistemas desde el punto de vista puramente cinemático (Figura 3). Max Born, Martin Gardner, Lylcon Barnett… y muchos físicos honestos también reconocen esta equivalencia de los modelos, sin más que hacer algunas pequeñas modificaciones en ellos. La superioridad del modelo de Tycho Brahe viene avalada, no sólo por las afirmaciones de la Biblia, de los Padres, los Doctores y los Místicos de la Iglesia, sino también por poseer una mayor sencillez intrínseca, así como por ser el más coherente con los datos astrofísicos recogidos en las últimas décadas con ayuda de los sofisticados telescopios modernos. Y no hay que olvidar que se han realizado experimentos sofisticados para medir la velocidad de la tierra respecto al éter lumínico, aunque los guardianes del paradigma heliocéntrico no quieren ni oír la conclusión más lógica de ellos: la Tierra no tiene ningún movimiento. La Tierra está fija, el sol se mueve alrededor de ella, lo contrario de lo que decía Galileo.
Repaso histórico-científico.
Un rápido repaso de la historia de este error general podría comenzar en la noche del 24 de Octubre de 1601, cuando Tycho Brahe yacía moribundo en su lecho. Un malvado le había puesto mercurio en los alimentos de la cena. Se le oyó exclamar repetidamente que esperaba no haber vivido en vano. Tycho había pasado toda su vida recopilando datos astronómicos, con una minuciosidad no superada en su tiempo, su finalidad era demostrar la viabilidad de su sistema cosmológico geocéntrico, y le dolía tener que dejar ahora la vía libre a los astrónomos infieles que ya empezaban a sustentar el sistema heliocéntrico de Copérnico. En aquel tiempo los astrónomos disponían de tres sistemas que salvaban las apariencias2, dos geocéntricos, el de Ptolomeo y el de Tycho Brahe, y uno heliocéntrico, el de Copérnico (Figura 1). En contra de lo que cree la mayoría de la gente, Copérnico no había realizado ninguna “revolución” científica, ni había logrado ningún avance en la astronomía, como dice el historiador de la astronomía I. Bernard Cohen:
Tanto en su obra De Revolutionibus como en Commentariolus, Copérnico ataca el modelo de Ptolomeo, no porque en ella el sol se mueva en lugar de la tierra, sino porque Ptolomeo no había asumido estrictamente el precepto de que todos los movimientos celestes deberían explicarse –según los antiguos griegos- por medio de movimientos circulares uniformes o por combinación de ellos”.
Copérnico intentó diseñar un sistema que mejorase al de Ptolomeo, el cual se sustentaba en un complicado modelo mediante ecuantes (una especie de óvolos) , y por lo que se desprende de sus libros, la “revolución de Copérnico” se basa en el argumento alquímicode que los círculos tienen mayor perfección que los óvolos. Copérnico copió el sistema que ya había sido ideado por el griego Aristarco, utilizando círculos perfectos como órbitas de los planetas, incluida la Tierra, con la intención de mejorar la precisión de los cálculos del sistema de Ptolomeo. Sin embargo, su sistema de círculos no funcionaba correctamente, y finalmente tuvo que admitir que el sistema de Ptolomeo era, en la práctica, mucho más preciso que el suyo. De todas formas, con su Commentariolus, Copérnico adquirió buena reputación entre los astrónomos de su tiempo. En 1541 se atrevió a presentar sus trabajos al papa Paulo III bajo el pretexto que se trataba de un mero modelo matemático, sólo para ser usado en los cálculos de las posiciones de los astros.
Tycho Brahe había propuesto un modelo novedoso, con el sol y la luna orbitando la tierra, y el resto de planetas orbitando el sol (Figura 1). Durante cuarenta años había estado registrando las posiciones de los planetas para defender su modelo geocéntrico. Siendo ya anciano contrató como ayudante a Johannes Kepler, un astrónomo luterano admirador del modelo de Copérnico, y que soñaba poseer el tesoro de datos astronómicos de Tycho para plasmar su ideal de describir una estructura armónica universal. Tras conseguir sus ansiados datos3, Kepler modificó el modelo de Copérnico colocando los planetas circulando el sol por orbitas elípticas, sin embargo como demuestra sir Fred Hoyle, igualmente podía haber modificado el sistema de su mentor Tycho Brahe con idénticas órbitas elípticas, idénticas leyes cinemáticas, etc. pues los dos modelos son equivalentes (Figura 4, I y II).
Hagamos un breve repaso histórico comenzando por la búsqueda del paralaje estelar. Fue el propio Tycho Brahe quien sugirió que se midiese la existencia o no de paralaje anual para eliminar definitivamente el modelo de Copérnico, pero ello superaba la precisión de los telescopios de aquella época4, finales del siglo XVI. Para hacernos una idea de lo que es el paralaje podemos extender un brazo sujetando un bolígrafo verticalmente, entonces, alternativamente con el ojo derecho abierto y el izquierdo cerrado, observamos el bolígrafo frente a la pared de fondo (aparentemente el bolígrafo se desplaza a la izquierda), luego lo observamos con el izquierdo abierto y el derecho cerrado, ahora el bolígrafo parece desplazado a la derecha. Ahora con un telescopio supongamos que el 1 de Enero desde la Tierra (que se halla a la ‘derecha’) observamos una estrella cercana Ec (Figura 5), en lugar del bolígrafo, y un fondo de estrellas más lejanas, en lugar de la pared de fondo; la estrella cercana Ec se desplazará hacia la izquierda un ángulo α, mientras que si la observamos medio año después, la veremos desplazada hacia la derecha un ángulo α.
Los heliocentristas sólo consideraban la situación de la derecha (Figura 5), y buscaron ansiosos tal paralaje. Por fin en 1838, Bessel descubrió el paralaje de una estrella, lo cual fue considerado una prueba definitiva a favor del heliocentrismo. Pero se equivocan, el paralaje α es idéntico en el modelo heliocéntrico que en el geocéntrico de la derecha. Por tanto, el paralaje no es una prueba del movimiento terrestre, pues las dos situaciones son geométrica y cinemáticamente indistinguibles. Lo único necesario es modificar mínimamente el modelo de Tycho, situando a las estrellas centradas en el Sol, pues realmente es el firmamento el que rota como un firme armazón en torno al eje norte-sur terrestre. Es lo que se llama el "modelo Tychonico modificado", este modelo se ha introducido en la Astronomía en tiempos muy recientes, ha sido ampliamente divulgado por la CAI5, y es también mencionado en algunos círculos académicos6.
Retrocediendo un poco en el tiempo, el físico inglés James Bradley venía desde hacía años intentando descubrir el paralaje, y en 1728 creyó haberlo detectado en una estrella7. Pero un estudio más preciso reveló que lo que Bradley acababa de descubrir no era el paralaje, sino un fenómeno distinto llamado aberración estelar. Algo que el heliocentrismo utilizó, y aún hoy utiliza, erróneamente como una prueba del movimiento terrestre. Desde su perspectiva, la aberración estelar sería similar al de un hombre con un paraguas abierto ante la lluvia que cae con una velocidad 'c', imaginémosla vertical al suelo (Figura 6), si ahora el hombre se desplaza con velocidad v, entonces el paraguas, que inicialmente lo tenía en dirección de la vertical, deberá ser inclinado un ángulo α para no mojarse. Este ángulo depende de -v+c (suma de los dos vectores velocidad). En concreto, es fácil comprobar que: α = arc tan v/c.
En la explicación del heliocentrista Bradley para la aberración estelar, la lluvia es la luz de cierta estrella (con velocidad c) y elmovimiento es el de la Tierra por el éter (v=30 km/s). Para observar una determinada estrella, el telescopio debía moverse un ángulo α = arc tan v/c. Como la velocidad (el vector v) es distinta a lo largo de la presunta orbita de la tierra en torno al sol, el ángulo α también varía a lo largo del año (Figura 7). En consecuencia la estrella describiría una pequeña elipse entorno a él (Figura 7). El error de este argumento está en que las estrellas tienen movimientos propios, algo desconocido en tiempos de Bradley, lamentablemente hoy se conoce este hecho y sin embargo nunca se menciona cuando se habla de la aberración estelar. Para el geocentrismo sólo hay desplazamientos estelares, la tierra está en reposo absoluto, y estos desplazamientos serían los responsables de la aberración estelar (Figura 8). En el símil de la lluvia, estaría un hombre en reposo con un paraguas pero con viento de frente, obviamente se debería también inclinar el paraguas un ángulo α.
En 1871, el astrónomo George Airy se dispuso a probar si la hipótesis de Bradley era correcta. Y puesto que Arago/Fresnel/Fizeau ya habían demostrado que la velocidad de la luz era inferior en el aire o en el agua, utilizó ingeniosamente un telescopio con agua en su interior (Figura 9). La luz procedente de una estrella (supongamos que está en el cenit) llega, a través del aire, con una aberración de un ángulo α al telescopio, entonces al atravesar el agua (Figura 9b), que es un medio más refringente que el aire, se desviará un ángulo δ adicional, por lo que habrá que inclinar un poco más el telescopio -un total de β- para enfocar la estrella. Teniendo en cuenta la ley de refracción de Fresnel, n = sin β/sin δ, para ángulos pequeños: n = β/δ. Es fácil deducir que la desviación adicional de Airy debería ser: β - α = (n2- 1) v/c . El resultado del experimento de Airy fue desconcertante para los heliocentristas , pues resultó que no había ninguna desviación adicional de la luz de la estrella, en otras palabras, β - α =0. Y como (n2- 1) no puede ser nulo, ¡debería ser nula v!. Este fue el primero de un ramillete de experimentos cuyo resultado será siempre v=0, un resultado que no admitirán nunca los heliocentristas.
El éter lumínico.
Los astrónomos de la antigüedad adoptaron esta palabra con el significado de “el lugar por donde se mueven las esferas (orbitas) de las estrellas, el sol y los planetas”. Una confirmación de la existencia del éter fue aportada en el terreno de la teoría electromagnética. En 1864, Maxwell publicó los resultados de sus investigaciones sobre las vibraciones eléctricas, mostrando que ciertas vibraciones producían ondas electromagnéticas que podían viajar por el espacio a una velocidad de 300.000 km/s, que curiosamente coincidía con la velocidad de la luz tal como había sido medida por los astrónomos. Entonces Maxwell dedujo que la luz no era más que un tipo de ondas electromagnéticas, lo cual fue posteriormente confirmado en el laboratorio por Hertz. A partir de entonces se tomó al éter como “la sustancia sobre la que las ondas electromagnéticas realizaban las vibraciones”. El éter rellenaba todo el espacio fuera de la tierra, incluso penetraba el aire, agua y los otros materiales, pues se observa que la luz viaja a través de ellos. El siguiente paso fue un intento de detectarlo. ¿Está fijo el éter o es arrastrado por la tierra?. Existía una tercera posibilidad que horrorizaba a los heliocentristas: un éter rotando con el firmamento entero y una tierra fija; en este caso el éter se detectaría como “un viento dependiente de la latitud sobre la esfera terrestre”. Suponiendo que la Tierra diese una vuelta cada año alrededor del sol, su velocidad a través del éter debería ser detectada como mínimo como v= 30 km/s, y también si la Tierra rotase sobre su eje norte-sur la velocidad del “viento de éter” sería de 0,46 km/s. En 1880, el físico Albert Michelson ideó un ingenioso aparato (Figura 16) con el objetivo de detectar el presunto movimiento de la Tierra a través del éter. Se emite luz coherente desde un foco, parte de ella se desvía hacia un espejo (trazo azul), y parte sigue hasta el otro espejo (trazo verde) situado a igual distancia. Los haces de luz procedentes de ambos espejos convergen en el detector, pero las distancias recorridas no son las mismas (el espejo de la derecha se mueve con la totalidad de la Tierra, ¿v = 30 km/s ?, y acorta la distancia a ser recorrida), por tanto, al no estar sincronizados producirán franjas de interferencia. Evidentemente, para medir variaciones tan pequeñas, los espejos deberían estar situados a distancias invariables, algo casi imposible de lograr pues una levísima vibración del suelo perturba estas distancias. Sin embargo, al hacer rotar un cierto ángulo α toda la plataforma se podría contrarrestar los retardos por errores instrumentales o por perturbaciones externas. No se trataba, entonces, tanto de detectar franjas de interferencia como de observar el desplazamiento de estas franjas al hacer girar el aparato. Si la tierra se movía respecto al éter, el aparato estaba ciertamente capacitado para detectarlo con sólo medir con precisión la anchura del desplazamiento de estas franjas.. En 1881, Michelson realizó el experimento, y rotó una y otra vez el aparato, pero no encontró el desplazamiento que esperaba. Todo apuntaba a que v=0.
El experimento fallido de Micheslon-Morley (1887).
Michelson no se quedó satisfecho con ese resultado de 1881, y decidió repetirlo en 1887, esta vez junto a Edward Morley. Para ello mejoraron el interferómetro, incrementando considerablemente la distancia a recorrer por la luz, y colocando la plataforma sobre una balsa de mercurio para minimizar las perturbaciones exteriores. Está vez el interferómetro era mucho más preciso, con ello esperaban ver un desplazamiento de 0.40 de franja, frente al máximo de 0.1 del caso anterior. Pero el resultado del experimento volvió a ser tan negativo como el anterior. Incluso repitieron el experimento un sin número de veces, a diversas altitudes, orientaciones del instrumento, hora del día o estación del año. No encontraron el desplazamiento de bandas esperado. Definitivamente el experimento falló en su objetivo de detectar el movimiento terrestre y pasó a llamarse “el experimento fallido” de Michelson y Morley. Las conclusiones fueron:
«El experimento sobre el movimiento relativo de la tierra y el éter ha sido completado, y el resultado es manifiestamente negativo. La desviación esperada de las franjas debería haber sido de 0.40 de franja –el máximo desplazamiento observado fue de 0.02 y la media menor a 0.01, y no en el lugar correcto- Como el desplazamiento es proporcional a los cuadrados de las velocidades relativas, se sigue que si el éter se desliza (parcialmente) al paso de la tierra, la velocidad relativa es menor que un sexto de la velocidad de la tierra.»8
El experimento fue repetido por D. Miller en numerosas ocasiones durante 1904- 1921, posteriormente por Pr. Picard de Bruselas y por muchos otros. Nunca se llegó a detectar rastro de la presunta velocidad de la Tierra… Sin embargo sí se detectaba una leve velocidad correspondiente a la del “viento de éter”, que dependía de la latitud. Paradójicamente un experimento científico diseñado y financiado específicamente para confirmar la hipótesis de Copérnico, Galileo, Kepler y Newton había fallado clamorosamente. Lo lógico hubiera sido reconocer la velocidad nula de la Tierra, pero desde hacía tiempo los heliocentristas ya no se guiaban por la lógica. Entonces quedó el camino expedito para que llegara Albert Einstein, recopilara un grupo de ideas disparatadas: el espacio curvado tomado de Riemann, el concepto de espacio-tiempo tomado de Minkowski, y la doctrina de que los objetos se contraen en proporción a la velocidad a la que se trasladan, tomada de Fitzgerald. A las cuales añadió unos postulados, no menos disparatados, la no existencia del éter y la constancia universal de la velocidad de la luz. Como resultado de todo ello, el heliocentrismo consiguió una teoría que les evitaba tener que hacer un giro anti-copernicano y retroceder al geocentrismo.
El experimento de Sagnac y el de Michelson-Gale.
Antes de que Einstein publicara su teoría general de la Relatividad, Sagnac, con su experimento de 1918, ya había demostrado que tales postulados eran falsos. El interferómetro de Sagnac (Figura 17) estaba enfocado en detectar la rotación terrestre contra el éter. La luz que sale de una lámpara pasa a través de un espejo semi-transparente, se divide, y los dos rayos pasan –en direcciones opuestas- por otros 3 espejos, para finalmente converger nuevamente en el semi-transparente, y finalmente la luz no coherente ser recogida en la pantalla de interferencias. Todo el conjunto está situado en una plataforma que rota a 2 revoluciones por segundo sh (sentido horario), para cambiar después a 2 rps sch (sentido contra-horario). Se trata de observar si hay desplazamiento de las franjas de interferencia. Básicamente, la diferencia con el experimento de Michelson-Morley es que en el de éstos los rayos recorrían en uno y otro sentido un diámetro de la plataforma fija, para detectar la velocidad lineal de la tierra (o la del viento de éter). Ahora en el de Sagnac los rayos que convergen en la placa recorren un circuito (circular), y pretende detectar la velocidad angular ω de la tierra (o del firmamento en torno a la tierra). Pues uno de los rayos estará girando a favor de ω y tardará menos tiempo en alcanzar la placa. Si se emite luz con la plataforma en reposo no se detecta desplazamiento de las franjas, tal como en el experimento de Michelson-Morley. Pero cuando Sagnac realiza su experimento con la plataforma rotando a velocidad ω, encuentra que el rayo que viaja hacia los espejos que se ‘alejan’ tarda más en llegar que el rayo que viaja hacia los espejos que se ‘acercan’. No aprecia en los resultados, sin embargo, una velocidad de giro para la tierra, por lo que cataloga a su propio experimento como “nulo” al igual que el de Michelson-Morley. Aunque Sagnac no fue consciente de ello, acababa de encontrar un resultado que contradecía a la teoría de la Relatividad, un rayo de luz viaja a más velocidad que otro rayo, medidos ambos en un mismo sistema.
Michelson, como devoto heliocentrista, no daba crédito al resultado del experimento de Sagnac. Así que en 1925 decidió hacer por su cuenta este mismo experimento pero con un aparato muchísimo más sofisticado y preciso. Como nuevo colaborador tuvo a Henry G. Gale, pues Morley había fallecido en 1923. Para eliminar la distorsión que podía producir el aire, Morley y Gale ensamblaron un interferómetro como el de Sagnac pero el circuito para viajar la luz era una tubería llena de agua de una milla de longitud. Ellos, al contrario de Sagnac, no utilizaron una plataforma giratoria, pues consideraron que la rotación sería la propia de la tierra (la del éter rotante, en realidad). Y efectivamente, en su experimento hallaron que la luz atravesando el circuito en sch se retardaba. El desplazamiento de las franjas que observaron fue más bien pequeño, una media de 0.26 franjas, que equivalía al 2% de la velocidad ω de rotación terrestre. Ahora aparecían pruebas evidentes de que la luz sí viajaba a través de un éter luminífero. Michelson no supo dar una respuesta convincente a los datos de su propio experimento. Pero ya no cabía ninguna duda, la tierra no se mueve, tampoco rota. Sí lo hace el éter, cuyo leve viento superficial era lo que detectaban los interferómetros. Posteriores experimentos por parte de Trouton y Noble, Thorndyke y Kennedy, Theodore de Coudres y varios otros no hicieron más que confirmar que la tierra se halla inmóvil en el espacio.
Unos principios básicos sobre el modelo geocéntrico.
Alguien podría pensar que lo que vamos a describir aquí es una simple hipótesis, surgida de la mente de algún hombre. Pero esto no es exactamente así, pues, entre otras cosas, está basado en las revelaciones privadas a santa Hildegarda von Bingen, las cualesfueron estudiadas por la Iglesia y declaradas “de origen divino” (Obispo de Mainz, Monseñor Heinrich, a instancia del Papa Eugenio III). Este modelo geocéntrico es más simple que el heliocéntrico de la ciencia actual, y concuerda con los resultados de todos los experimentos y observaciones astrofísicas que se han venido realizando en los últimos tiempos. Por esta razón, hay bastantes científicos católicos que lo asumen como el verdadero modelo cosmológico, oponiéndose a los que suponen una tierra en movimiento basada en la teoría de la relatividad de Einstein, una teoría que ha sido refutada hace bastante tiempo ( Herbert Dingle, 1972)11.
En este modelo la tierra se encuentra fija en el baricentro del universo (ver Figura 12, 14 y 15), sin movimientos de rotación ni traslación. Es el firmamento como un todo el que rota en torno al eje NS terrestre una vuelta/día en sentido contra-horario llevando consigo al sol y al resto de estrellas fijas, galaxias, etc. La luna está orbitando la Tierra, y también lo hace el sol que es empujado –con todos los planetas del plano eclíptico- en sentido horario, es decir, oponiéndose lentamente al movimiento rotante diurno, siendo ello la causa por la que el sol se retarde casi 1º al día (el día solar dura 24 horas, mientras que el día sideral dura 23 horas 56 minutos ). Además el sol tiene otro movimiento que lo hace girar una vuelta anual en torno a un eje transversal al eje NS terrestre (Figura 14 a,b, y 15), con el plano eclíptico siempre con una inclinación de 23,4º respecto al ecuador terrestre, y que es la causa de que tengamos estaciones. El movimiento resultante del sol es la bien conocida trayectoria helicoidal a lo largo de una superficie cilíndrica (Figura12), seis meses ascendiendo y otros seis descendiendo. Las distancias a las que se encuentra el sol varían entre 142,7 y 151,8 millones de km debido a la forma del helicoide, lo cual es equivalente a la trayectoria ‘elíptica’ del heliocentrismo. Una persona ubicada en una latitud terrestre λ sólo ve una parte de este helicoide (Figura 13). Si esa persona toma una foto del cielo cada 5 ó 7 días, siempre en el mismo lugar y a la misma hora, obtiene evidentemente un analema solar (ver la foto). Lo cual es una muestra bien perceptible de que este modelo geocéntrico es mucho más simple y obvio que el heliocéntrico. La razón para que el lóbulo vernal del ‘8’ se vea mayor es porque la primavera-verano tiene mayor duración en el hemisferio norte (es decir, el semi-cilindroide superior de Fig. 15) tiene mayor altura que el inferior.
Respuestas a algunas objeciones típicas.
Se ha hecho creer a la gente que el modelo heliocéntrico ha sido probado científicamente, lo cual es absolutamente falso. En la pantalla del televisor hemos visto tantas veces a la tierra rotando (mientras suena la melodía del telediario), y se ha dibujado en tantos libros el sistema con la tierra orbitando el sol… que cualquiera queda estupefacto al conocer que no hay ni una sola prueba experimental soportando la hipótesis del movimiento terrestre, pero es que además los experimentos diseñados expresamente para demostrar tal movimiento han fracasado estrepitosamente, una y otra vez, desde el año 1881 hasta el presente. Desde 2004 se vienen manteniendo dos retos, uno por parte del Catholic Apologetics International, de R. Sungenis que concede 1000 dólares a quien presente una prueba del modelo heliocéntrico que no pueda ser explicada mejor por el modelo Tychonico modificado; y otro por R.G. Elmendorf , de The Biblical Astronomer, que concede 10.000 dólares a quien aporte tal imposible prueba. En estos más de 6 años se han presentado muchas supuestas pruebas –todas ellas inválidas-, hasta el punto que se ha tenido que escribir un libro10 de 230 páginas con la explicación de las cuestiones más repetidas.
Contestemos nosotros aquí algunas de las objeciones más típicas que los lectores podrían estar pensando plantear:
Cuestión 1Pero, según las leyes de Newton, ¿no tiene que rotar siempre el cuerpo menor en torno al mayor?
Respuesta
: Ese fue el principal argumento utilizado por Galileo en su proceso, pues él a través de su telescopio veía girar a los satélites de Júpiter, sin embargo era un argumento falso. Según las leyes de Newton, en un sistema de n cuerpos todos ellos se moverán con respecto al centro de masa (el baricentro), el cual estará fijo. El mismo Newton reconoció que si la Tierra se hallase en el preciso baricentro, entonces sería el Sol el que rotaría en torno a ella. Newton no tenía forma de calcular el centro de masa del sistema solar más todos los astros, estrellas, galaxias… circundantes. Lo que hizo Newton fue restringir su estudio al caso de dos cuerpos ideales, en ausencia del resto del universo.Cuestión 2Pero las fases de Venus ¿no descartan al geocentrismo?.
Respuesta: Otro argumento ingenuo utilizado por el mismo Galileo en el año 1616. Al observar con telescopio a Venus, un planeta interno (situado entre el Sol y la Tierra), se observan fases como la luna (creciente, menguante…), pero según decía, el sistema geocéntrico –de Ptolomeo– no se pueden observar. Esto, en todo caso, descartaría al modelo geocéntrico de Ptolomeo y no altychoano modificado, donde se comprueba fácilmente la existencia de idénticas fases que para el copernicano modificado. Pero el error de Galileo, en este caso era doble, pues también el sistema de Ptolomeo conlleva fases en Venus, la pega estaba en que en los gráficos dibujados por Ptolomeo –la versión que disponía Galileo y otros astrónomos– no estaba dibujada la órbita de Venus, ni ninguna otra, a escala (Ptolomeo ignoraba la distancias entre planetas), pero dibujando las orbitas correctamente, sí hay fases de Venus en el sistema de Ptolomeo. Cuestión 3Pero el movimiento retrogrado de Marte ¿no prueba el heliocentrismo?. 
Respuesta: No. Aunque ésta sea una de las 'pruebas' favoritas de las webs que apoyan al heliocentrismo. Al observar en el cielo la trayectoria de Marte, efectivamente, se comprueba que después de recorrer la eclíptica durante largo tiempo en un sentido, de pronto cambia el sentido y retrocede durante un tiempo. Es lo que se llama "movimiento retrogrado" o epiciclos de Marte. Los heliocentristas explican este hecho afirmando que la Tierra se traslada más rápidamente que Marte en su órbita, y llega un momento, cuando ambos están en su mayor cercanía, sucede que Marte se está aproximando pero aparece como fijo, y luego aparece retrocediendo, no recuperando Marte su movimiento de avance hasta que vuelven a alejarse los dos. Así algunos libros y webs hacen gráficas y animaciones de este hecho, diciendo que esto es una prueba del movimiento terrestre, e indicando erróneamente que con la Tierra fija no se produce este efecto. Sin embargo, para comprobar la falsedad de esta afirmación, puede verse una animación de tal movimiento en el geocentrismo. http://www.euskalnet.net/jcgorost/creacionismo/epiciclos.gif
Cuestión 4Pero el giro del péndulo de Foucault, el movimiento de los ciclones y borrascas atmosféricas, etc. ¿no prueba el heliocentrismo?. 
Respuesta: No. Entre los resultados del efecto Lense-Thirring9 está el siguiente: al considerar una masa M (el resto del universo rotante) como una esfera hueca rotante distante, aparecen sobre la masa m central (la tierra estática) fuerzas análogas a las centrifugas y de Coriolis, que surgen en la dinámica clásica con la masa m rotante. En realidad, el universo completo es un mecanismo rotante, ungiróscopo, y como en todo giróscopo el centro permanece inmóvil, mientras que el resto gira y está sometido a precesión, nutación, etc. De esta manera, todas las fuerzas: gravitacional, centrifuga, y de Coriolis se ejercerán sobre el centro de masa (sobre la tierra). Para un heliocentrista estas últimas son fuerzas ficticias, aún cuando los efectos sobre una masa en movimiento sean reales. Por el contrario, para un geocentrista las tres son fuerzas gravitatorias reales, y sus efectos son observados desde un sistema privilegiado, el sistema inercial Tierra. Los efectos observados para ambos son los mismos, las ecuaciones derivadas son las mismas, sólo difiere el punto de vista.
Cuestión 5Pero según la Física Moderna (Relatividad de Einstein, Teoría del Big Bang, Principio cosmológico de Bondi, ...) ¿no queda eliminado tanto el heliocentrismo como el geocentrismo, para reafirmar el acentrismo”.
Respuesta: No. Pues todos esas hipótesis de la Física Moderna se sostienen en la Teoría de la Relatividad, la cual fue definitivamente refutada (Herbert Dingle11, 1972).
Datos recientes apuntando el geocentrismo
Desgraciadamente, después que con las conjeturas de la Relatividad se cerrará en falso las investigaciones sobre la movilidad o no de la Tierra, este tema quedó definitivamente desterrado del ámbito de la ciencia. Poco importaba si en ocasiones surgían datos astrofísicos apuntando un posible centralidad de la Tierra, como cuándo en 1929 Edwin Hubble realizó el asombroso descubrimiento de los redshifts de las galaxias lejanas, que era tal como si todas las galaxias se alejaran de nosotros... Hubble dijo: «No se puede demostrar la falsedad de esta hipótesis, pero es rechazable y únicamente podría ser aceptada como último recurso... Así que nosotros desdeñamos esa posibilidad... la posición privilegiada para la tierra debe ser evitada a toda costa». Recientemente a través de sus libros divulgativos, Stephen Hawking ha defendido esa misma postura revistiéndola de falsa modestia, en "Una Breve Historia del Tiempo" se apresura a dejar claro: «Parecería que si observamos todas las galaxias alejándose de nosotros, es porque nos encontramos en el centro del universo. Hay, sin embargo, una explicación alternativa: el universo debería parecer el mismo en cualquier dirección, o también en cualquier otra galaxia. No tenemos ninguna prueba científica, ni a favor ni en contra de ello. Pero creemos en ello, en base a la modestia: es mucho más aceptable si el universo parece el mismo en cada dirección en torno nuestro, que no estar emplazados en un lugar superespecial del universo». Muy al contrario, lo que nosotros deberíamos humildemente creer es aquello que se nos ha revelado, y que nos ha sido enseñado por siempre, la tierra es un lugar especialísimo de origen divino. Pruebas de ello abundan en las Sagradas Escrituras, en los textos de los Padres de la Iglesia, decretos del Magisterio, y en los escritos de los Doctores de la Iglesia… y por si fuera poco, también en la astrofísica. Hagamos un repaso de estas últimas.
Las galaxias no sólo aparecen alejándose del punto central donde se encuentra la tierra, sino que además su distribución es uniforme alrededor nuestro, el movimiento de alejamiento representaba una dilatación uniforme. Según el astrónomo William G. Tifft es como si se movieran en capas concéntricas con centro en la tierra, y velocidades que siempre son múltiplos de 72 km/s. Para anular estos datos netamente geocéntricos los cosmólogos del Big Bang recurrieron a postular un universo isotrópico. Es decir, ya que no podían negar que la tierra está en un lugar privilegiado, pasaron a suponer que todos los lugares del cosmos son igualmente privilegiados, lo cual exigía la isotropía (al observar el universo en cualquier dirección debería parecer, a gran escala, igual en todos sus puntos). Por ejemplo, un observador encima de una gran esfera perfecta vería prácticamente lo mismo en cualquier punto o en cualquier dirección que mirase. La mala noticia para ellos es que los datos recientes sobre la radiación CMB obtenidas por la sonda espacial WMAP muestran un universo anisótropo.
Además de las galaxias, la distribución de los quasares, por ejemplo, sólo tiene una explicación lógica, el geocentrismo, pues están situados en 57 bandas esféricas centradas en la Tierra12. Y por si fuera poco esto, también la distribución de otros objetos celestes lejanos, como los estallidos de Rayos Gamma y los BL Lacertae tienen su explicación más lógica en el geocentrismo. Por ejemplo, el astrofísico J. Kath13 indica que de acuerdo a los postulados del Big Bang, los estallidos de rayos gamma deberían ser más finos cuanto más lejanos. No sucede así, y Kath asegura: «Con los datos actuales en la mano… nosotros estamos en el centro de una distribución con simetría esférica de fuentes explosivas de rayos gamma, y esta distribución tiene un borde exterior. Más allá de sus límites, la densidad de los estallidos disminuye hasta la insignificancia”. A un nivel más local, más de mil estrellas binarias presentan su punto periastro más lejano que su apoastro, lo cual significa que el eje del sistema está apuntando hacia la tierra. También los cúmulos globulares de estrellas, que son conglomerados esféricos de miles de estrellas que se encuentran dentro de nuestra galaxia, están distribuidos con centro en la tierra.
Y si observamos el universo a gran escala nos encontramos con la radiación cósmica de fondo de microondas (CMB) que refuta la hipótesis del Big Bang, pero no lo hace con el geocentrismo. El resultado del análisis de la radiación CMB tiene una crucial importancia, pues nos indica si realmente hay la isotropía espacial que predice la ‘hipótesis del Big Bang’ o no la hay. La CMB había sido descubierta en 1965 por los radioastrónomos Penzias y Wilson. Se trata de una radiación térmica presente en todos los lugares y perceptible en cualquier dirección de observación. Su magnitud es de unos 2,73 grados Kelvin y, según la hipótesis del Big Bang, se trata del remanente de esa hipotética ‘gran explosión’ primigenia. De cualquier manera el estudio de las posibles fluctuaciones de esta CMB equivale a observar el universo en su máxima escala. La NASA envió en 2001 al espacio la sonda WMAP12 con el objetivo de hacer un mapeado de esta radiación en sus más finos detalles. Los resultados de la exhaustiva exploración salieron a la luz en 2005. Es la distribución dipolar (Figura 18), con la línea horizontal –el llamado por los heliocentristas “eje del mal”- señalando el plano de la eclíptica, por donde se mueven los planetas, y asombrosamente muy próximo al eje equinoccial. Por de pronto el modelo “Big Bang” sale muy malparado, pues entre sus postulados está la perfecta isotropía y homogeneidad del cosmos. Sin embargo, en la imagen se percibe la presencia de direcciones calientes (las rojas y amarillas) y otras frías (azules y verdes). Con tal disposición aparecen violados: el Principio Cosmológico de Bondi (el cosmos es espacialmente isótropo y homogéneo a muy gran escala), también llamado Principio de Copérnico (en el universo no hay lugares privilegiados), y el Principio de Equivalencia de Einstein (el resultado de cualquier experimento no gravitacional es independiente de la velocidad del marco inercial en que se realice). Además cosmologías como las del Big Bang aparecen como desechables.

Juan Carlos Gorostizaga
Profesor de Matemática Aplicada
Asociación de Docentes Santo Tomás de Aquino
NOTAS:
[1] Fred Hoyle, 1976, Nicolás Copérnico: un ensayo sobre su vida y su obra.
[2] Hay una frase famosa, muy utilizada en la discusión concerniente al proceso de Galileo, que dice: “salvar las apariencias”. Su origen se remonta al filósofo Platón, cuando en su tiempo los astrónomos ya habían registrado con precisión los movimientos de los planetas por el cielo, sin embargo, no tenían teoría alguna que pusiera orden en esas aparentes irregularidades e incoherencias del conjunto. Platón encomendó a su Academia su establecimiento, para ello utilizó la frase “una teoría matemática para 
salvar las apariencias”. El primero en resolverlo fue su discípulo y gran matemático Eudoxio.
[3] Algunos historiadores le acusan a Kepler de ser el sospechoso principal del envenenamiento de Tycho Brahe, por ejemplo,
Joshua Gilder and Anne-Lee Gilder, Heavenly Intrigue: Johannes Kepler, Tycho Brahe, and the Murder Behind one of History’s Greatest Scientific Discoveries, 2004.
[4] Oficialmente, en el siglo XVI, el paralaje medido con los instrumentos imprecisos era nulo, por lo que Tycho Brahe utilizó esta "ausencia de paralaje" para desacreditar el incipiente modelo heliocéntrico. Fue en 1838 cuando por primera vez, F. Bessel midió el paralaje estelar de la estrella 61 Cygnus, lo cual fue celebrado por los heliocentristas como una “prueba” de su sistema. [5] Robert Sungenis & Robert Bennett en "Galileo was wrong, the Church was right", de la Catholic Apologetic International Publishing.http://www.catholicintl.com/ [6] Universidad de Illinois, Physics 319, Spring 2004. Lecture 03, p.8. La misma explicación para el paralaje estelar que la presentada aquí ha sido defendida por el astrónomo Gerardus Bouw, quien también ha acuñado el término "modelo Tychonico modificado".
[7] Apoyándose en este presunto descubrimiento del paralaje (y su presunta confirmación del Heliocentrismo) se presionó al Papa Paulo III para que eliminase del Índice algunos libros heliocentristas.
[8] Observen cómo el experimento M&M detecta una levísima velocidad, correspondiente al viento de éter.
[9] Hans Thirring.Physikalische Zeitschrift 19, 33, 1918, “On the Effect of Rotating Distant Masses in Einstein’s Theory of Gravitation.”[10] Puede leerse en: http://www.alcazar.net/challenges.pdf
[11] Puede leerse en: 
http://blog.hasslberger.com/Dingle_SCIENCE_at_the_Crossroads.pdf [12 ] http://map.gsfc.nasa.gov/
LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
Robert Sungenis & Robert Bennett . "Galileo Was Wrong The Church Was Right". http://galileowaswrong.blogspot.com/ ;http://www.catholicintl.com/
- Walter Van der Kamp . 
Relativity, a broken reed”. http://www.alcazar.net/Relativity_broken.pdf - Gerardus Bouw. About scientific (& theological) aspects of Geocentricity”. http://ldolphin.org/geocentricity/Aspects.pdf
An Open Letter to the Scientific Communityhttp://www.cosmologystatement.org/ - N. Martin Gwynne. “The Geocentric Theory of the Universe”. http://www.alcazar.net/galileo.pdf
- N. Martin Gwynne. “
Einstein and Modern Physics”. http://www.alcazar.net/einstein.pdf
- N. Martin Gwynne. “
Sir Isaac Newton and Modern Astronomy”. http://www.alcazar.net/newton.pdf
- P. Ellwanger. “
Geocentricity and the Catholic”. http://ldolphin.org/geocentricity/Ellwanger3.pdf