jueves, 23 de mayo de 2013

Stellar parallax in the Neo-Tychonian planetary system

Este breve trabajo es una muestra de equivalencia física entre el modelo heliocéntrico y el de Tycho Brahe modificado, en el caso de paralaje estelar. El trabajo se puede ver en este enlace.







jueves, 9 de mayo de 2013

¿Cómo es la “rotación” de la luna?


Esto es un tema sencillo, sin embargo da lugar a muchas confusiones (basta ver para ello el número tan grande de preguntas que pululan por los foros de internet sobre este tema) por lo que decidí dedicarle un breve post. No obstante, detrás de esta cuestión tan nimia se esconden muchos interrogantes que expondremos al final del artículo.

            Pero antes que nada, debemos subrayar lo esencial: la luna no rota a modo como lo hace el planeta Marte, o la Tierra en el modelo heliocéntrico. Hablando con propiedad podemos decir llanamente que la luna, sencillamente, no rota. O dejamos de hablar de la rotación de Marte y lo consideramos un spin.

            ¿Qué es lo que hace, pues, la luna en su rotación? Consideremos un punto fijo P de la superficie de la luna, situado en la recta que une el centro Ol de la luna con el centro Ot de la Tierra. 

La luna “rota” de tal manera que este punto esté siempre en la recta que une los centros Ol y Ot. La luna no tiene spin como lo tiene la Tierra en el modelo heliocéntrico, tal vez esa sea la causa de que se hable de la rotación de la luna. Porque, evidentemente, surge inmediatamente la pregunta, ¿si la luna no rota como la Tierra, por qué la Tierra sí? ¿Cuál es la fuerza que provoca la rotación de la Tierra, de Marte, etc.? Y si esas fuerzas existen en el caso de varios planetas, ¿por qué no en el caso de la luna?

            Antes de seguir, dejo aquí un breve vídeo de un minuto que visualiza bien el movimiento de la luna en su órbita (desde el segundo 30).



            En resumen, la luna parece como si estuviera “atada” de alguna manera y sujeta con respecto al centro de la Tierra. Es decir, la fuerza que empuja la luna hacia el centro de la Tierra parece actuar concentrada sobre su centro, de forma que imposibilita su spin. En cierto sentido existe una analogía entre el lanzamiento olímpico de martillo y la forma de órbita lunar. El siguiente vídeo nos ayudará a visualizar ciertos aspectos que quiero comentar.



            En primer lugar, el lanzador no está fijo. Ni siquiera está rotando sobre un punto fijo, no solamente debido a la conservación de equilibrio. Evidentemente, el martillo y el lanzador, conjuntamente, se mueven con respecto al centro de masa de los dos, de forma que el lanzador también rota respecto a este centro. Trasladada esta situación a la órbita terrestre en el modelo heliocéntrico, concluimos que debería ser oscilante, con ciertas fluctuaciones respecto a su trayectoria principal. Esta situación debería provocar que durante cada mitad de periodo lunar la Tierra tuviera que estar más o menos cerca del sol, lo cual debería producir aumento y disminución de temperatura en periodos constantes de dos semanas alternas.

            Con razón Ivars Peterson en su libro Newton’s Clock: Chaos in the Solar System  (1993) enumerando todas las perturbaciones de la Tierra, de la luna y otros planetas, afirma que sus movimientos a veces son tan impredecibles que los científicos admiran cómo el Sistema Solar puede mantenerse como una unidad. El autor recuerda a continuación que el mismo Newton pensaba que Dios había dispuesto todo de tal manera para que el Sistema Solar pudiera funcionar. Poincaré también no tuvo más remedio que llamarlo “caos dinámico”.

            Seguimos con nuestras preguntas. ¿Por qué la luna orbita de esta manera y los demás planetas no? Unos tienen unos spin más rápidos, otros más lentos. Unos van en un sentido, otros en otro. ¿Por qué todo cuerpo que orbita no se comporta de la misma manera? ¿Cuál es la fuerza que provoca el spin de Marte y cuál el de Venus? Las respuestas que se han dado a estas preguntas, si es que se hacían, pertenecen al ámbito de la mitología. Son tan disparatadas como la mitología griega o mesopotámica. Sí, así es. Si uno piensa que la teoría viene a posteriori de la observación, se equivoca. Las teorías son anteriores a las observaciones. Con las observaciones se pueden modificar, rechazar o aceptar condicionalmente.

            Recordaré a este propósito la conferencia que dio el filósofo Karl Popper a los estudiantes vieneses de física, y a continuación unas reflexiones respecto al conocimiento objetivo y el método de la investigación científica:

            Las expectativas teóricas son anteriores y dirigen toda observación: “Hace veinticinco años traté de explicar esto a un grupo de estudiantes de física de Viena comenzando una clase con las siguientes instrucciones: ‘tomen papel y lápiz, observen cuidadosamente y escriban lo que han observado’. Me preguntaron, por supuesto, que es lo que yo quería que observaran. Evidentemente, la indicación ‘¡observen!’ es absurda. La observación siempre es selectiva. Necesita un objeto elegido, una tarea definida, un interés, un punto de vista o un problema” (K. Popper, Conjeturas y refutaciones. Una observación similar realiza en su obra Conocimiento objetivo).

            “Hacía posible comprender por qué nuestros intentos por imponer interpretaciones al mundo son lógicamente anteriores a la observación de similitudes. Puesto que este procedimiento estaba respaldado por razones lógicas, pensé que sería también aplicable al campo de la ciencia, que las teorías científicas no son una recopilación de observaciones, sino que son invenciones, conjeturas audazmente formuladas para su ensayo y que deben ser eliminadas si entran en conflicto con observaciones” (K. Popper, Conocimiento objetivo).

            “Leía una y otra vez la primera Crítica de Kant. Pronto decidí que su idea central era que las teorías científicas son hechas por el hombre, y que intentamos imponerlas al mundo (…). Combinando esto con mis propias ideas, llegué a algo como lo siguiente: Nuestras teorías, que comienzan con los mitos primitivos y por evolución se tornan en teorías científicas, son realmente hechas por el hombre, como dijo Kant. Intentamos imponerlas al mundo, y podemos siempre adherirnos dogmáticamente a ellas, si lo deseamos, incluso si son falsas (…). Pero aunque al principio tengamos que adherirnos a nuestras teorías – sin teorías no podemos siquiera comenzar, porque no tenemos ninguna otra cosa que nos guíe -, podemos, en el curso del tiempo, adoptar una actitud más crítica hacia ellas. Podemos intentar reemplazarlas por algo mejor si con su ayuda hemos aprendido dónde se encuentra el fallo en estas teorías”.

            Este apriorismo implica la afirmación de la creatividad en la constitución de las teorías científicas, que no son así el resultado de experiencias sensibles, sino doctrinas nuevas que se anticipan a ellas. Concluye Popper que: “Nuestras teorías son invenciones nuestras, conjeturas audaces, hipótesis. Con ellas creamos un mundo: no el mundo real, sino nuestras propias redes, en las cuales intentamos atrapar el mundo real”.

            Subrayo especialmente estos dos últimos textos señalados en negrita: Intentamos imponerlas al mundo, y podemos siempre adherirnos dogmáticamente a ellas, si lo deseamos, incluso si son falsas, … Nuestras teorías son invenciones nuestras, conjeturas audaces, hipótesis. Con ellas creamos un mundo: no el mundo real, sino nuestras propias redes, en las cuales intentamos atrapar el mundo real.

            Lo maravilloso, lo admirable, lo impresionante en su sencillez hasta el punto que al hombre moderno le cuesta creerlo (entre otras cosas por ver la Tierra rotando en el telediario) de la teoría geocéntrica es su veracidad, su perfecta compatibilidad con el mundo real, que por colmo vemos tal y como es. Hasta “los cielos lo proclaman”.